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Criterios para evaluar la acción humanitaria

Criterios para evaluar la acción humanitaria
Foto: Bruno Abarca

Las evaluaciones son fundamentales para entender si los esfuerzos de las organizaciones humanitarias tienen éxito. ¿Contribuyen a aliviar el sufrimiento de las personas más vulnerables en las crisis humanitarias? ¿Y lo hacen del mejor modo posible? Estas preguntas, que solo son la punta del iceberg de una evaluación, son la clave para aprender cómo mejorar las intervenciones y para poder demostrar el valor de la acción humanitaria. También son esenciales para rendir cuentas ante las personas e instituciones que apoyan las intervenciones humanitarias, y las personas y comunidades que son afectadas por las crisis y que juegan un rol activo fundamental en la respuesta ante ellas.

Una evaluación, componente clave del monitoreo de las acciones humanitarias, debe ofrecer información creíble y útil para el aprendizaje de las organizaciones. Debe producir lecciones aprendidas y ayudar a incorporarlas en procesos futuros de tomas de decisiones. Sin embargo, lograr estos objetivos en medio de emergencias humanitarias es particularmente difícil. ¿Por dónde empezar? Por enmarcar todo adecuadamente con unos sólidos criterios de evaluación de la acción humanitaria.

Lo primero de todo: ¿Qué queremos evaluar?

A lo largo de las últimas décadas se ha avanzado mucho en la sistematización de las evaluaciones de la acción humanitaria. Los primeros avances se produjeron en los años 90, con el compromiso y la voluntad de enmendar los errores y superar las debilidades de los esfuerzos humanitarios de la época. Desde aquel entonces, y partiendo de la iniciativa del Comité de Ayuda al Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD-DAC) se propusieron una serie de criterios para la evaluación de la cooperación internacional para el desarrollo y la ayuda humanitaria. Estos criterios han ido evolucionando, revisándose, y transformándose, también con las contribuciones de numerosas organizaciones, como ALNAP.

El uso de unos criterios más o menos estándares para la evaluación de la acción humanitaria ayuda a sistematizar estos ejercicios, identificar debilidades y problemas habituales de estas acciones y generar conocimiento basado en la experiencia.

Eficacia

La eficacia es, posiblemente, el criterio de evaluación más común. Mide hasta qué punto la intervención logra sus objetivos y resultados (tanto intermedios como finales), en cuanto al cambio que se espera producir. Todo esto también está íntimamente ligado con la capacidad para lograr esos objetivos a tiempo, debido a su emergencia. Existen, sin embargo, varios retos para evaluar este criterio. Uno de ellos se debe a que los contextos humanitarios son, a menudo, altamente cambiantes. Otro se debe a que, cuando no se le ha dado a la participación comunitaria la importancia debida, puede ocurrir que los objetivos planteados no respondan realmente a sus necesidades y prioridades. Podemos fracasar al evaluar la eficacia si nos centramos en medir el logro de objetivos irrelevantes. 

Relevancia

La relevancia mide si la intervención está haciendo las cosas correctas, y hasta qué punto su diseño y objetivos responden a las necesidades de las personas afectadas por la crisis y a las prioridades de otros actores. La relevancia es un criterio fundamental, que a menudo se evalúa al mismo tiempo que la eficacia, por la estrecha relación que une a ambos. Las diferencias de poder pueden sesgar su evaluación, si no se integra la participación comunitaria y si no se hacen esfuerzos de localización para dar poder a los actores locales en determinar qué debe ser considerado como relevante.

Eficiencia

La eficiencia mide la relación entre los resultados obtenidos y los recursos utilizados para lograrlo. Su evaluación permite conocer también hasta qué punto los recursos se están utilizando de manera económica y adecuada. Al hablar de recursos nos referimos a elementos materiales, fondos económicos, personal y tiempo. Sin embargo, también se debe considerar el coste social y el impacto medioambiental de las acciones. La evaluación de este criterio en ocasiones requiere analizar si se han estudiado enfoques alternativos para el logro de un resultado, y si se ha optado por el más eficiente o no.

Impacto

El impacto evalúa hasta qué punto la intervención produce, o se espera que produzca efectos positivos amplios, transformadores y con consecuencias a largo plazo. Sin embargo, medir el impacto es especialmente difícil en contextos humanitarios, debido a los cortos plazos de ejecución y la dificultad de establecer relaciones de causa y efecto. Por este motivo este criterio en ocasiones queda fuera del alcance de muchas evaluaciones de acción humanitaria.

Cobertura

La cobertura es un criterio de evaluación de acción humanitaria relativamente habitual, aunque no está entre los criterios fundamentales propuestos por la OECD-DAC. Sin embargo, es un aspecto central relacionado con la justicia social y con el compromiso por no dejar a nadie atrás. Evaluar este criterio requiere estudiar el alcance geográfico de la intervención, la priorización de las personas más vulnerables y afectadas por la crisis humanitaria, y la proporcionalidad de la respuesta a sus necesidades. Sin embargo, es también fundamental entender que, en muchas ocasiones, la cobertura no debe buscarse a expensas de la calidad o la equidad.

Coherencia

La coherencia es un criterio complejo y a menudo difícil de entender o de integrar en evaluaciones. Fue añadido a la lista principal en 2019, y se centra en cómo se alinea una intervención con otras iniciativas, políticas y compromisos a nivel local, nacional e internacional, y si genera sinergias o entra en conflicto con ellas. Dentro del análisis de la coherencia se evalúa también la consistencia de la intervención con los compromisos y programas de la misma organización o sector, así como hasta qué punto ayuda a complementar esfuerzos de otros actores. Es un criterio que permite, por ejemplo, evaluar si la intervención respeta acuerdos internacionales sobre derechos humanos, equidad de género y otras prioridades transversales. Su análisis puede ser clave en contextos donde la falta de coordinación entre actores reduce la eficacia de la respuesta.

Sostenibilidad y conectividad

La sostenibilidad evalúa si los beneficios de la intervención continúan o es probable que continúen en el tiempo. Está muy relacionada con la conectividad, que se refiere a la necesidad de garantizar que las intervenciones humanitarias de corto plazo se implementen teniendo en cuenta problemas interconectados y de más largo plazo, como el desarrollo, la resiliencia, la reducción del riesgo de desastres y la consolidación de la paz. Todo esto se alinea muy bien con el nexo humanitario-desarrollo-paz

Eso no es todo: criterios transversales para evaluar la acción humanitaria

Más allá de los criterios de evaluación fundamentales o más extendidos, existen otras muchas dimensiones que deben estudiarse al evaluar cada uno de ellos. Entre ellos, y dependiendo (por supuesto) del objetivo de la evaluación, la naturaleza de la acción humanitaria evaluada o la identidad y prioridades de la organización en cuestión, se pone más atención en unos o en otros. 

Entre estos criterios transversales de evaluación se puede considerar la inclusión, la equidad, la diversidad, el género, la rendición de cuentas a las poblaciones afectadas, la participación, la comunicación con las comunidades, la protección, o la gestión adaptativa, capaz de adaptarse a los cambios en el contexto, la información nueva y los resultados obtenidos.

¿Cómo identificar las preguntas clave para evaluar estos criterios?

Los criterios de evaluación son un estupendo marco de trabajo y reflexión, pero la clave para una buena evaluación está en las preguntas que se intentarán responder con ella. La identificación de estas preguntas, adaptadas al contexto y a las prioridades y objetivos de nuestra evaluación, debe ser siempre lo primero. Una vez identificadas las más importantes, sin embargo, se pueden alinear con los criterios estándar de evaluación, lo que permitirá identificar preguntas adicionales de interés. Como sugieren algunas guías: «son las preguntas lo que importa, no los criterios». Es más, rara vez pueden o deben emplearse todos los criterios de evaluación.

En muchos casos, será recomendable centrarse solamente en un puñado de preguntas consideradas como prioritarias, por estar orientadas a la acción y por cubrir precisamente un área o aspecto en la que se desea mejorar el desempeño. Esto puede ofrecer mejores resultados que tratar de obtener un panorama general, que por ser demasiado amplio, termine resultando genérico y poco útil.

En muchos casos, será necesario hacer una selección de preguntas prioritarias que, necesariamente, dejará otras fueras. Entre los factores que se pueden emplear para esta priorización se incluyen cuestiones como las siguientes: ¿La respuesta a esa pregunta tendría una aplicación inmediata en nuestros programas y proyectos en curso? ¿Puede una evaluación (y sólo una evaluación) responder efectivamente esta pregunta? ¿Cómo de fundamental resulta esta pregunta para nuestro mandato o misión? ¿Qué proporción de la población objetivo más vulnerable podría beneficiarse de la respuesta a esta pregunta?  ¿Puede la respuesta a esta pregunta mejorar sustancialmente la calidad de nuestra intervención? ¿Y ayudarnos a reducir sus costes sin sacrificar calidad o equidad?

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