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Financiación humanitaria innovadora: ¿qué opciones hay?

Financiación humanitaria innovadora
Foto: Bruno Abarca

Desde la entrada en el poder de la nueva administración Trump, y la congelación y el bloqueo de la ayuda humanitaria estadounidense, en todas partes se repite el mismo mantra: «Hay que explorar opciones innovadoras de financiación humanitaria». Por desgracia, cuando alguien hace la inevitable pregunta «¿y cuáles son esas vías alternativas para la financiación humanitaria innovadora?», rara vez recibe una respuesta demasiado convincente o esperanzadora. Esto nos lleva a otra pregunta más: ¿cómo de reales, viables, alternativas e innovadoras son realmente esas opciones?

¿Cuál es el modelo tradicional de financiación de la ayuda humanitaria y por qué ya no es suficiente?

Lo primero es no engañarse: la financiación de la ayuda humanitaria nunca ha sido suficiente; ni siquiera en sus mejores años.  Aunque a lo largo de las últimas décadas la financiación disponible ha ido aumentando progresivamente, también parecen haberlo hecho las necesidades humanitarias. Por este motivo, siempre ha estado cercana al 60% de lo que se estimaba como prioritario. Además de ser insuficiente, estaba desigualmente distribuida (tanto entre contextos humanitarios como entre los actores humanitarios que recibían los fondos para poder intervenir), y llegaba por mecanismos de escasa flexibilidad.

Esos mecanismos de financiación humanitaria, en su mayor parte (80%), se han alimentado de donaciones voluntarias de gobiernos de países de renta alta. Lo habitual es que las agencias de cooperación de estos países elijan a qué países, organizaciones y proyectos quieren financiar, de manera directa (en su mayoría) o a través de fondos globales o nacionales, y que las organizaciones compitan por una parte de esta financiación en convocatorias abiertas, presentando proyectos alineados con las prioridades del donante. 

Se lleva años hablando de lo inadecuado del modelo y de la necesidad de una reforma que nunca ha llegado a producirse. Ahora, además, el principal país donante, Estados Unidos, que en 2023 aportó en torno al 37% de toda la financiación humanitaria pública y en 2024 casi el 40%, parece desaparecer del mapa. Sin otras alternativas a esta fuente de financiación, la respuesta internacional en crisis y emergencias humanitarias se vuelve insostenible.

¿De qué opciones de financiación humanitaria innovadora estamos hablando?

Deuda, préstamos y garantías

Cuando las organizaciones y sus proyectos tienen la capacidad de generar beneficios económicos, evidentemente, se abre un gran abanico de opciones. Casi todas pasan, de un modo u otro, por recibir un dinero prestado y devolverlo más tarde con intereses, o con un apoyo externo para dar garantías a la entidad prestamista. Esto puede encajar con algunos proyectos de desarrollo, pero cuesta imaginar su aplicación para la financiación de intervenciones de respuesta en crisis y emergencias humanitarias. 

Fondos de inversión de impacto

Algunas organizaciones internacionales han apostado por este tipo de fondos. A través de ellos se buscan inversores privados que aporten capital para financiar iniciativas que tengan un impacto social claro. Se espera que los inversores recuperen su capital por el beneficio económico generado por los proyectos (lo que resulta inviable en crisis humanitarias complejas y emergencias), o al recibir aportaciones de gobiernos que ofrezcan pagos por resultados. 

Fondos globales

Junto a los más conocidos, como el Gavi (la Alianza para las vacunas) o el Fondo Mundial (de lucha contra el VIH/SIDA, la tuberculosis y la malaria), en los últimos años han aparecido muchos «fondos globales». Entre ellos se encuentran el Mecanismo de Financiación Mundial (para salud materno infantil, nutrición y fortalecimiento de sistemas de salud), el Fondo de Pandemias, Unitaid (para el acceso a medicamentos y tecnologías sanitarias), el CEPI (para el desarrollo de vacunas que respondan a enfermedades infecciosas emergentes), el Fondo de Contingencia para Emergencias de la Organización Mundial de la Salud, o el Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia de las Naciones Unidas. Otros fondos, establecidos a otros niveles nacionales o regionales, tratan de recoger financiación a ser canalizada cuando se produzcan -de nuevo- crisis recurrentes y predecibles. 

Todos estos fondos, muy diferentes entre sí, y en cierto modo alternativos a las convocatorias de proyectos de donantes bilaterales y multilaterales, dependen igualmente de las contribuciones voluntarias de donantes

Modelos basados en aseguramiento

Algunos fondos, como el Fondo de Emergencia para Respuesta a Desastres de la Federación Internacional de la Cruz Roja (establecido en 1985), han innovado recientemente introduciendo un componente de aseguramiento. Según este nuevo mecanismo complementario, dirigido a expandir la capacidad del fondo, los donantes contribuyen a pagar la prima de un seguro ante eventos climáticos extremos. La aseguradora es la que asume el riesgo de que los eventos climáticos superen la capacidad de respuesta del fondo de emergencia. Si esto ocurre, la aseguradora se hace cargo, según la cobertura acordada. Si los desastres no alcanzan ese umbral, la prima de seguro simplemente da beneficios económicos a la aseguradora. 

Otros países donantes "no tradicionales"

Más allá de los países considerados habitualmente como «donantes tradicionales», muchas organizaciones dirigen su mirada ahora también a otros países donantes como China, Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos. No olvidemos, además, que para muchas organizaciones con alta dependencia de USAID, otros donantes clásicos (como algunos países europeos o asiáticos) también les parecen no tradicionales. Sin embargo, estos donantes han existido durante años y no siempre se han abierto a financiar organizaciones humanitarias independientes. Además, acceder a la financiación que estos ofrecen podría suponer tener que competir con las instituciones y organizaciones que sí llevan años recibiéndola. 

Atraer a donantes particulares con nuevos mensajes

Muchos actores humanitarios han tratado de actualizar la manera en la que intentan captar personas socias y donaciones particulares, con enfoques modernos y nuevas tecnologías que aprovechan el potencial de las redes sociales o el análisis de datos. Por ejemplo, han sido muchos los esfuerzos por movilizar a potenciales donantes con campañas de crowdfunding y captación de fondos dirigidas a intervenciones específicas que los donantes valoren por su impacto. También se han empleado campañas en las que de algún modo se rinde cuentas a las personas participantes con datos detallados sobre la efectividad de la ayuda.

¿Son viables estas alternativas al modelo tradicional de financiación humanitaria basado en convocatorias de proyectos?

Aunque hay vida más allá de las convocatorias de proyectos de agencias bilaterales de cooperación internacional, ninguna alternativa parece, por sí misma, lo suficientemente prometedora, como para cubrir el vacío que, al menos por ahora, parece que deja USAID.

En primer lugar, muchas de estas innovaciones no son en realidad tan nuevas como aparentan. Algunas llevan estudiándose o intentando aplicarse a pequeña escala hasta más de una década, sin haber tenido el alcance esperado. Otras aún se conocen poco como para dar garantías suficientes de su potencial. Hasta las que resultan más interesantes, o con más potencial, han tenido solo un alcance relativamente pequeño, comparado con el volumen total de ayuda oficial al desarrollo. Muchas de estas opciones tampoco parecen sencillas de implementar, o estar al alcance de muchas organizaciones humanitarias, tanto internacionales como nacionales. Finalmente, prácticamente ninguna de estas opciones alternativas consigue salirse del denominador común: la dependencia de la voluntariedad de los donantes, ya sean públicos o privados. Es precisamente esta dependencia la que ha llevado al sistema humanitario a la situación que vive actualmente. 

Hoy más que nunca, nos aferramos -con algo de miedo y mucha esperanza- a los mecanismos más sólidos de financiación humanitaria basados en las contribuciones obligatorias a las que los países miembros se comprometen por pertenecer a las Naciones Unidas (CERF), la Unión Europea (ECHO), la Unión Africana (ARC), o los Bancos Multilaterales de Desarrollo. Estos mecanismos, junto al compromiso voluntario de los donantes públicos y privados con la determinación y capacidad de aumentar sus aportaciones o mejorar la manera de canalizarlas, serán fundamentales hasta que otras opciones innovadoras realmente se consoliden.

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