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Derechos y salud reproductiva en emergencias

Salud reproductiva en emergencias
Foto: Bruno Abarca

En las crisis humanitarias no solo aumentan las desigualdades sistémicas de género y la discriminación hacia niñas y mujeres, sino que también se ve directamente amenazada su libertad, derechos y salud en todo lo relacionado con su sexualidad y reproducción. Por este motivo, resulta fundamental incluir acciones y servicios esenciales de salud sexual y reproductiva en emergencias, que permitan reducir los riesgos de violencia de género, embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual y problemas de salud materna.

¿Qué son los derechos reproductivos?

En 1994 se celebró la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo en Cairo. Este acontecimiento y el programa de acción resultante supusieron un punto de inflexión al definir la salud y los derechos reproductivos, y ponerlos entre las prioridades de la salud pública y los derechos humanos. 

Gracias a este y otros sucesivos avances, hoy entendemos que para alcanzar el derecho a la la salud, es fundamental avanzar hacia la salud reproductiva, la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, y que para ello es imprescindible que se defiendan y respeten los derechos y libertades de todas las personas a: 

  • Que se respete su autonomía personal, integridad corporal y privacidad.
  • Poder definir su sexualidad, orientación sexual, identidad de género y la manera de expresarla.
  • Elegir sus parejas.
  • Tener experiencias sexuales seguras y placenteras.
  • Decidir si desean casarse o no, cuándo y con quién.
  • Decidir si desean tener o no uno o más hijos e hijas, cuándo y cómo.
  • Tener acceso a información, recursos, servicios y el apoyo necesario para ejercer el resto de derechos, libres de discriminación, coerción, explotación y violencia.

Un estándar mínimo para la salud sexual y reproductiva en emergencias

De la salud materna a la salud reproductiva en contextos humanitarios

A la vez que se producía la conferencia del Cairo, la salud reproductiva también empezaba a verse como una prioridad en contextos humanitarios y emergencias complejas. El uso de la violencia sexual y de género, por ejemplo, como arma de guerra, fue ampliamente denunciado en las emergencias humanitarias de este periodo. En Ruanda, entre 100.000 y 250.000 mujeres fueron violadas durante tres meses de genocidio en 1994. Durante la guerra de Bosnia (1992-1995), igualmente, entre 10.000 y 50.000 mujeres fueron violadas, en ocasiones de manera repetida durante años en campos de concentración de civiles. En esos años, el mundo fue testigo de la fragilidad de los derechos y la salud sexual y reproductiva de millones de mujeres afectadas por las crisis humanitarias.

El informe «Refugee Women and Reproductive Health Care: Reassessing Priorities» publicado en 1994 por la (hoy) Women’s Refugee Commission analizó la situación de la salud y los derechos reproductivos entre mujeres desplazadas y refugiadas en Costa de Marfil, Ruanda, Kenia, Paquistán, Belize, Tailandia, Camboya y Hong Kong. Este análisis crítico de las necesidades en salud reproductiva impulsó también al desarrollo de nuevas coaliciones internacionales. Estas incluyeron el Grupo de Trabajo Inter-Agencia de Salud Reproductiva en Crisis (Inter-Agency Working Group on Reproductive Health in Crises o IAWG) en 1995, o el Consorcio de Respuesta en Salud Reproductiva en Conflictos (Reproductive Health Response in Conflict Consortium). 

Un manual de campo inter-agencia y un paquete de servicios iniciales básicos

En el siglo XX aún se produjo un último gran hito para la salud reproductiva en contextos humanitarios. Se trató del desarrollo, entre 1996 y 1999, del Manual de Campo Inter-Agencia (Inter-Agency Field Manual) de Salud Reproductiva en Contextos Humanitarios. Este documento y sus sucesivas actualizaciones de 2010 y 2018 (la actual) han sentado las bases y el consenso en torno a los servicios de salud sexual y reproductiva que son más importantes en contextos humanitarios, particularmente entre niñas y mujeres, al mismo tiempo que se protege sus vidas con dignidad.

Dentro del Manual de Campo se definió también un conjunto mínimo de acciones de salud reproductiva y sexual para la respuesta a emergencias humanitarias. Es el Paquete de Servicios Iniciales Básicos de Salud Sexual y Reproductiva en Situaciones de Crisis (Minimum Initial Service Package for Sexual and Reproductive Health in Crisis Situations o simplemente MISP). Este conjunto de acciones prioritarias nació entre 1996 y 1999, y se ha actualizado de manera significativa dos veces: en 2004 y en 2018. Además, en 2010 se incluyó como un estándar del Manual Esfera. Hoy, es una herramienta poderosa para la incidencia, coordinación y programación de estas acciones.

El MISP plantea una serie de objetivos. Estos incluyen la prevención de la violencia sexual y de género y la mitigación de sus consecuencias, la prevención y el tratamiento del VIH/SIDA y otras infecciones de transmisión sexual, la prevención de embarazos no deseados con información, consejo y anticonceptivos, la atención obstétrica y neonatal de emergencia para reducir la morbimortalidad, y asegurar el acceso a la atención segura al aborto, en la medida en que la ley lo permita (este último mencionado solo como «prioridad adicional»). El MISP plantea también que, cuanto antes, se debería abandonar el «paquete mínimo» y cubrir más necesidades.

El ¿limitado? alcance del MISP para salud sexual y reproductiva en emergencias humanitarias

Al mismo tiempo que, para muchas personas, el MISP es demasiado escueto e insuficiente, para otras es demasiado ambicioso y alejado de la realidad. 

Hay quien considera que faltan elementos para cubrir todas las necesidades en salud sexual y reproductiva en contextos humanitarios. ¿Qué hay de la educación sexual? ¿Y del seguimiento del embarazo y las visitas prenatales? ¿O del apoyo a la gestión de la higiene menstrual? ¿Y del cáncer de cérvix o los problemas de fertilidad?. Otras expertas, sin embargo, critican que el MISP ha cubierto tantos objetivos que ya no es mínimo ni realista para ciertos contextos. Alegan que en medio de la inseguridad y el caos de una emergencia humanitaria, hay que priorizar. Señalan también que esto debe hacerse en función de la evidencia científica, los derechos de las personas, y lo que es aceptable y viable como acción en los primeros días de la respuesta a una crisis. Además critican que en la última actualización del MISP no se haya tenido en cuenta la voz de algunos actores clave.

El MISP hoy queda lejos de lo que debería ser un paquete completo de servicios de salud y reproductiva para contextos con estabilidad. Sin embargo, tampoco hay consenso en que represente lo que es viable o realmente prioritario para reducir el exceso de morbimortalidad evitable relacionada con la salud sexual y reproductiva en la respuesta inicial a cualquier emergencia humanitaria. Pese a proponerse como un «paquete mínimo» indivisible, esto sigue siendo más un objetivo aspiracional que una realidad, en la que se continúa imponiendo una adaptación a cada crisis humanitaria y a cada fase de su evolución.

Salud sexual y reproductiva

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