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Alimentación del lactante y el niño pequeño

Alimentación del lactante y el niño pequeño
Foto: Bruno Abarca

La alimentación del lactante y el niño pequeño determina en gran parte su salud y estado nutricional. Sin embargo, existe un escaso seguimiento de las principales recomendaciones para la lactancia materna y la alimentación complementaria.

En contextos humanitarios, las dificultades para la alimentación de los niños y niñas más pequeños es aún mayor, aumentando el riesgo de desnutrición aguda, desnutrición crónica e infecciones. Por ello, la acción humanitaria debe contribuir a proteger prácticas de alimentación infantil y cuidados que salvan vidas.

Importancia de una adecuada alimentación del lactante y el niño pequeño

Los bebés recién nacidos tienen un reflejo innato de succión, que a menudo se manifiesta pocos minutos después de abandonar el útero. Esto les permite tener acceso inmediato a su primera barrera de protección frente al riesgo de enfermedad y muerte en su momento de mayor vulnerabilidad: la leche materna.

Se recomienda que la lactancia materna se inicie en la primera hora tras al parto y que se practique la lactancia exclusiva durante los 6 primeros meses de vida (sin introducir más líquidos ni alimentos). A partir de ese momento, las necesidades de nutrientes de los niños y niñas aumentan. Por ello, se recomienda que desde los seis meses de edad, junto a la leche materna (que debe continuar hasta al menos los dos años de edad) se introduzca paulatinamente la alimentación complementaria.

La lactancia materna protege las vidas de los bebés desde el momento en que nacen

La leche materna es el mejor alimento e hidratación posible para los niños y niñas pequeños. Por ello es clave para la nutrición y el desarrollo infantil físico y cognitivo. Debe hacerse siempre a demanda, mostrando atención a las necesidades del niño o niña, y ofreciendo el pecho cada vez que muestre apetito.

Durante los primeros días de vida del bebé, la leche materna recibe el nombre de calostro y es especialmente rica en nutrientes. Con el tiempo, la leche materna va adaptando su composición, para contener siempre todas las grasas, proteínas, carbohidratos, vitaminas, minerales y agua que el bebé necesita, en su justa proporción.

Además, las células vivas, microorganismos y factores bioactivos que contiene la leche materna tienen un efecto positivo en la inmunidad innata del bebé que ninguna leche de fórmula puede replicar. Así, la leche materna refuerza en el recién nacido las barreras químicas del intestino frente a los patógenos, ayuda a suplir la inmadurez de las células epiteliales y macrófagos, contribuye a establecer la microbiota intestinal y su simbiosis con el huésped, y permite reconocer e inactivar patógenos. Además, al mismo tiempo, ayuda a controlar la inflamación que todos estos efectos podrían producir. Es más, hay otros efectos protectores de la leche materna que aún no conocemos bien, como la posible contribución de las células madre que contiene a la regeneración de los tejidos y el sistema inmune del lactante. Gracias a todo esto, la leche materna reduce la morbimortalidad por infecciones diarreicas y respiratorias.

La lactancia también tiene importantes efectos positivos en las madres que la practican: reduce el riesgo de cáncer de ovario y mama, facilita el espaciamiento de los embarazos, facilita la pérdida de peso ganada durante el embarazo y reduce el riesgo de diabetes, entre otros beneficios.

A partir de los 6 meses de edad se debe continuar con lactancia y alimentación complementaria

A los 6 meses de vida la demanda nutricional de los niños y niñas aumenta. Por ello, la lactancia debe continuar, al mismo tiempo que se introducen nuevos alimentos. En este periodo hay un riesgo aumentado de malnutrición aguda y crónica si la alimentación complementaria no es adecuada. Además, esta etapa será clave en su desarrollo, por ser el momento en que empiezan a establecerse los hábitos de alimentación futuros.

La alimentación complementaria debe basarse en una dieta diversificada con productos de diferentes sabores y texturas de todos los grupos de alimentos. Estos incluyen leche materna; cereales, raíces, tubérculos y plátanos; legumbres, frutos secos y semillas; productos lácteos; carnes; huevos; frutas y verduras ricas en vitamina A; y otras frutas y verduras. Así, cada día debe combinarse la leche materna con al menos otros 4 grupos diferentes. La introducción de alimentos debe hacerse de forma progresiva, ofreciendo comida sana y nutritiva. Además, debe dejarse que sea el niño o niña quien decida cuánto come, fomentando la autonomía y la autorregulación, sin forzar o distraer para que coma.

Es especialmente importante que la dieta incluya consumo diario de frutas, verduras y productos animales como carne, pescado y huevos. También es fundamental el consumo frecuente de legumbres, semillas y frutos secos, especialmente si las verduras y los productos animales son escasos en la dieta, y siempre en un formato con el que no haya riesgo de atragantamiento. Los alimentos básicos ricos en almidón (patata, pan blanco, pasta, arroz blanco, maíz…), aunque muy habituales, deben minimizarse. Carecen de proteínas e importantes micronutrientes como el hierro, el zinc o la vitamina B12. Los lácteos también deben ser parte de la dieta, aunque el mejor es la leche materna. Por el contrario, los alimentos ricos en azúcar, edulcorantes, sal y grasas trans deben evitarse.

La alimentación del lactante y el niño pequeño a nivel global es deficiente

Millones de niños y niñas pequeños no reciben la alimentación que deberían

Aunque los beneficios de la lactancia materna están ampliamente documentados, su práctica real está lejos de lo recomendado. Por ejemplo, esperar más de una hora a iniciar la lactancia aumenta un 30% la mortalidad en los siguientes 28 días de vida, y esperar más de un día multiplica el riesgo de mortalidad por dos. Sin embargo, solo un 48% de recién nacidos practican el inicio temprano de la lactancia materna. De manera similar solo el 44% de estos niños y niñas reciben lactancia materna exclusiva durante sus primeros 6 meses de vida. El otro 56%, o no practica la lactancia materna o introduce otros alimentos o líquidos (como agua o leche de fórmula). Finalmente, solo el 59% de niños y niñas continúa tomando algo de leche materna entre los 12 y los 24 meses de vida. 

La alimentación complementaria real también está lejos de la recomendada. Tan solo el 34% de los niños y niñas entre 6 y 23 meses de edad tienen una dieta con la diversidad mínima recomendada de 5 grupos de alimentos al día. Igualmente, solo uno de cada dos niños/as de esta edad recibe alimentación complementaria al menos 4 veces al día. De manera global, se considera que solo el 21% sigue una dieta mínima aceptable.

Alimentación del lactante y el niño pequeño
UNICEF, 2024

Los problemas en alimentación del niño pequeño y el lactante tienen graves consecuencias

Cuando la alimentación del niño pequeño y el lactante es inadecuada, no pueden cubrir sus necesidades nutricionales. Como resultado, aumenta su riesgo de malnutrición, incluyendo desnutrición agudadeficiencias de micronutrientes y retraso en el crecimiento. Además, estos niños y niñas resultan mucho más vulnerables a las infecciones. Hoy se estima que la escasa práctica de la lactancia materna causa cada año 420.000 muertes infantiles por diarrea y neumonía.

Las consecuencias, sin embargo, van mucho más allá, afectando también a la salud materna y a la economía de las familias más vulnerables. A la falta de lactancia materna se le atribuyen también más de 90.000 muertes maternas por diabetes tipo 2 y cáncer, más de 4,5 millones de casos anuales de obesidad infantil, la pérdida de hasta el 5% (América Latina) o el 23% (África Sub-Sahariana) de los ingresos de las familias que compran leche de fórmula, y más de 500.000 millones de dólares de pérdidas económicas globales debido a retraso cognitivo, mortalidad y costes de atención médica. 

¿Cómo promover la lactancia materna?

La promoción de la lactancia materna es fundamental para mejorar las prácticas globales de alimentación del niño pequeño y el lactante. No solo se trata de iniciarla, sino de lograr que sea una experiencia positiva que se retroalimente. 

Promover la lactancia materna exclusiva y su continuación es una prioridad de salud pública

Cuando la lactancia materna es una experiencia positiva, su práctica la refuerza. Igualmente, cuando no se establece o realiza correctamente, su práctica se dificulta de manera progresiva. Por ejemplo, cuando en vez de vez de haber una lactancia materna exclusiva esta se sustituye por leches de fórmula o se acompaña de la introducción prematura de otros alimentos o líquidos, se producen varios efectos negativos. Primero, el uso de estos otros alimentos resulta en una menor ingestión de leche materna, que es mucho más nutritiva y con más efectos protectores que ninguna otra alternativa. Además, se reduce la demanda de leche materna del bebé, el estímulo de succión, y finalmente la producción de leche. Sin apoyo, las madres que se enfrentan a esta situación pueden verse obligadas a depender totalmente de los sustitutos de leche materna que iniciaron el problema.

Promover la lactancia no consiste solo en explicar sus beneficios. Hay que conseguir que optar por la lactancia materna resulte la opción más ventajosa, conveniente y fácil de adoptar y seguir para las madres, que son quienes deben tomar esta decisión y continuarla. También debe ser sentida como la mejor opción por sus parejas y familias, que deben apoyar a las madres. Por ello, es necesario abordar este objetivo desde los centros de salud y hospitales, pero también desde la comunidad y las políticas de salud pública, y siempre desde la equidad de género.

Promoción de la lactancia materna desde los servicios de salud

La información que las madres, sus familias y sus comunidades tengan sobre la lactancia determinará en gran parte las decisiones que tomen sobre la alimentación y el cuidado de sus futuros hijos. Por ello la promoción de la lactancia debe comenzar en cuanto se conoce el embarazo y continuar en el parto y el postparto.

Las consultas de seguimiento prenatal son una oportunidad clave. Se pueden completar con otras actividades adicionales como «cursos» de preparación al parto y cuidados del recién nacido. La información ofrecida en este periodo debe cubrir la importancia y beneficios de la lactancia para la salud del bebé y la madre y la economía familiar. También debe abordar técnicas y habilidades para una lactancia exitosa, los desafíos y dificultades que pueden aparecer, cómo superarlos, y los servicios de apoyo que hay disponibles para hacer de la lactancia una experiencia positiva.

El momento del parto es también fundamental. Generalmente, basta un poco de ayuda para que un recién nacido pueda iniciar la lactancia en la primera hora de vida con facilidad. A partir de ese momento será su propia succión la que estimule la liberación de prolactina materna y la inmediata producción de leche. Por ello es importante colocarle sobre su madre con contacto piel con piel. Esto además favorece un maravilloso vínculo emocional, una correcta regulación de la temperatura, y el paso de bacterias protectoras al recién nacido. Junto a esto, se debe orientar a la madre y dar consejo adicional para que haya un buen agarre, recomendar la lactancia exclusiva a demanda, explicar el riesgo del uso de biberones, y mantener al bebé y la madre en la misma habitación.  Las instituciones sanitarias deben tener políticas adecuadas y personal preparado para asegurar el cumplimiento de todas estas medidas.  

Promoción de la lactancia materna en la comunidad

Después del alta y durante todo el tiempo que dure la lactancia, las madres, sus parejas y familias deben poder contar con algún tipo de apoyo adicional para solucionar posibles dudas que les surjan con el tiempo. Esto además ayuda a aclarar rumores o mensajes contradictorios que reciben de otras fuentes de información.

La creación de grupos y redes de apoyo entre madres y familias que pasan por un momento vital similar puede ser de gran ayuda para identificar y superar correctamente dificultades. Ejemplos de dificultades incluyen la auto-percepción de producir insuficiente leche o de insuficiente calidad, o la interpretación incorrecta de comportamientos normales del bebé como signos de un problema. Algunos problemas, que son fáciles de prevenir o abordar, son a menudo la causa de la introducción de suplementos o fórmulas artificiales, y de la interrupción prematura y definitiva de la lactancia materna y sus beneficios.

Promoción de la lactancia materna con políticas públicas

El abordaje de la promoción de la lactancia materna no puede ceñirse al círculo familiar y comunitario. No tiene sentido promover la lactancia en el seno de la familia y los centros sanitarios, si la sobrecarga del trabajo de la madre o su reincorporación a la vida laboral remunerada le impide poder mantener la lactancia como le gustaría, o si continuamente recibe mensajes que le incitan a detener la lactancia por todos los canales de comunicación posibles.

La sociedad está impregnada de agresivos mensajes de la industria de los sucedáneos de leche materna. Estas empresas a menudo violan el Código Internacional de su comercialización (existente desde 1981) y explotan los miedos de las madres y personas cuidadoras. Estos sucedáneos tienen un importante coste económico para las familias y además no alcanzan a ser un adecuado sustituto de la leche materna (que tiene propiedades únicas que no se pueden replicar artificialmente). Sin embargo, las empresas que los comercializan no tienen reparos en distorsionar la información sobre sus beneficios al mismo tiempo que generan en la población dudas y desconfianza hacia la leche materna. Así, la industria de la leche de fórmula y los sustitutos de leche materna genera 55.000 millones de dólares anuales de beneficio económico

Exposure to formula milk marketing
OMS y UNICEF, 2022.

Los gobiernos y autoridades deben desarrollar y aplicar políticas laborales y de salud pública con enfoque de género que promuevan la lactancia materna. Estas políticas deben, por ejemplo, flexibilizar las jornadas de trabajo y compatibilizarlas con los cuidados y la alimentación de los niños y niñas. También deben facilitar y promover la corresponsabilidad de sus parejas en ello, así como promover mensajes coherentes con estas políticas que aumenten su aceptabilidad social. Además, las políticas públicas deben regular las prácticas de publicidad y comercialización de sucedáneos de leche materna, en línea con el Código Internacional y las recomendaciones en lactancia materna.

Retos para la alimentación del lactante y el niño pequeño en emergencias

Amamantar es más difícil para las madres afectadas por una crisis humanitaria

Durante las crisis humanitarias, las madres y personas cuidadoras enfrentan dificultades adicionales para poder ofrecer a sus hijos e hijas la alimentación que necesitan.

Por una parte, como resultado de conflictos, eventos climáticos y desplazamientos, las madres que desean amamantar a sus hijos se pueden encontrar física, mental y emocionalmente agotadas. En las condiciones en que viven puede no haber espacios seguros donde las familias puedan cuidar y jugar con los pequeños y pequeñas, ni privacidad para poder ofrecer lactancia a demanda. Las redes de apoyo y las estructuras comunitarias también caen. Como consecuencia, y especialmente si no son priorizadas en la asistencia humanitaria, las madres y personas cuidadoras pueden encontrarse solas, sin apoyo y sin la capacidad de alimentar y cuidar de sus hijos e hijas pequeños.

Por otra parte, en estas crisis se dificulta el acceso a servicios de salud, información y apoyo acerca de la lactancia y la alimentación infantil. Esto complica el inicio temprano de la lactancia materna y hace de pequeñas dificultades en su práctica insalvables problemas y obstáculos.

Las donaciones no solicitadas de sucedáneos de leche materna son un enorme riesgo

Es frecuente que en las emergencias humanitarias haya donaciones no solicitadas de sucedáneos de leche materna, provenientes de empresas faltas de ética y de acciones solidarias bienintencionadas pero mal informadas. Estas donaciones contribuyen a aumentar los riesgos para la alimentación del lactante y el niño pequeño, al forzar la interrupción de la producción de leche materna y generar una dependencia total de la leche de fórmula.

Los efectos negativos del uso de leche de fórmula se multiplican cuando hay una crisis humanitaria. No solo aumenta el riesgo de desnutrición en un momento de máxima vulnerabilidad. También incrementa el peligro de enfermedad y muerte por diarrea y deshidratación, al escasear el agua limpia y los medios para mantener la higiene de los utensilios que se usan para preparar y ofrecer la leche de fórmula. 

Las donaciones, además, no son permanentes ni están garantizadas. En el momento en que las donaciones se vuelven escasas o resultan inaccesibles, la producción de leche materna ya se ha reducido. Por tanto, las familias se ven sin los medios económicos para poder adquirir un producto inferior a la leche materna que es extremadamente caro, poniendo a sus hijos e hijas en peligro.

Proteger la alimentación del lactante y el niño pequeño en emergencias

La acción humanitaria en emergencias debe incluir acciones como el apoyo al parto asistido (y al inicio temprano de la lactancia materna), la ayuda alimentaria o económica (con efectivo o cupones) a las personas cuidadoras, o la protección de los bebés que dependen exclusivamente de leche de fórmula. Esto último debe hacerse con mucho cuidado, minimizando el riesgo de infecciones y evitando amenazar la lactancia materna en otras familias. Además, es preciso que haya una coordinación para vigilar y controlar las donaciones no solicitadas de sucedáneos de leche materna. Otros sectores humanitarios también deben priorizar las necesidades de las madres y padres de los niños y niñas más pequeños, creando así un entorno positivo para sus cuidados y alimentación.

La creación de espacios comunitarios de apoyo a la alimentación del lactante y el niño pequeño (Baby-Friendly Spaces o Supportive Spaces for Infant and Young Child Feeding in Emergencies) es también una acción prioritaria habitual. Son espacios seguros, en comunidades desplazadas o altamente vulnerables, con acceso exclusivo para mujeres embarazadas y madres de menores de 2 años (ocasionalmente también los padres). En ellos se ofrece apoyo psicosocial y consejo especializado en alimentación y prácticas de cuidados infantiles, a demanda, así como actividades programadas. Estos espacios pueden ofrecer también referencias a otros servicios disponibles de protección y asistencia para estas madres.

En ocasiones puede ser necesario ofrecer suplementos de micronutrientes múltiples (que no desplazan a otros alimentos de la dieta). Pueden emplearse también suplementos nutritivos a base de lípidos en pequeñas cantidades (Small-quantity lipid-based nutrient supplements o SQ-LNS) cuando hay inseguridad alimentaria e importantes carencias nutricionales. Si las familias ya están consumiendo alimentos a base de harinas y cereales (trigo, maíz o arroz), estas se pueden mezclar con soja y fortificar con micronutrientes.

Hambre y desnutrición

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