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El impacto en salud humanitaria de un nuevo mandato de Trump

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Foto: Bruno Abarca

No soy analista político, pero leo (y leo preocupado) todo lo que expertos/as en salud global y acción humanitaria de todo el mundo anticipan con el regreso de Trump a la Casa Blanca. Evidentemente, no se puede predecir el futuro, pero lo cierto es que los pronósticos no son buenos. Si se observan las promesas electorales que ha hecho y la evidencia de lo que ocurrió en su anterior mandato, lo mejor será ir preparándose para el impacto, que sacudiría tanto a la salud global como a la acción humanitaria en salud.

Una sacudida a la gobernanza de la salud global y sistemas de salud

El nuevo presidente electo ha manifestado en numerosas ocasiones su rechazo al modelo actual de gobernanza de la salud global (y del rol de la Organización Mundial de la Salud). De hecho, parece que no sería demasiado sorprendente que se pusiera sobre la mesa la posibilidad de la salida de los Estados Unidos de la OMS, o una fuerte presión para intentar que se produzca una reforma en sus propios términos. Por otro lado, también podría suceder que otros gobiernos (como China) entren a ocupar en mayor o medida el espacio que se deje vacío.

Muchas personas expertas también ven riesgos para algunos de los acuerdos internacionales de salud global ya existentes y en proceso de elaboración. Esto incluye el acuerdo pandémico, que podría bloquearse definitivamente ahora, después de de las difíciles negociaciones previas. Es más, algunas voces dentro de los Estados Unidos, la OMS y varios países africanos urgen ahora al Intergovernmental Negotiating Body que concluyan el acuerdo en diciembre, sin postergarla hasta la fecha (ya prorrogada) de mayo de 2025.  

El impacto en gobernanza podría ser no solo global, sino también tener un reflejo en los sistemas nacionales de salud de numerosos países. La promoción de la entrada y una mayor participación de actores privados en la gobernanza de estos sistemas, podría favorecer privatizaciones, la introducción de intereses comerciales en agendas de salud pública y cobertura universal de salud, y terminar de echar abajo los (limitados) avances de los últimos años.

Reducción de la financiación para la acción humanitaria en salud

El impacto en salud global no solo se espera que esté vinculado a la gobernanza, sino también a la financiación. La disminución de las contribuciones de los Estados Unidos a numerosos fondos e iniciativas de salud global pondría mucha tensión en el resto de países donantes, que tal vez no tengan la capacidad económica (o la voluntad política) de compensarla.

La acción humanitaria, y en concreto la acción humanitaria en salud, posiblemente no escape a esta reducción de fondos del que es el mayor donante a día de hoy. Nada de esto sería del todo nuevo. Ya en el anterior mandato republicano, la administración propuso importantes reducciones a la ayuda humanitaria internacional en países como Yemen, Nigeria o Siria. Un nuevo golpe a la financiación humanitaria (especialmente en crisis como la de Ucrania o Gaza) podría ser devastadora. Todo sería diferente, claro, si el modelo global de financiación de la acción humanitaria no estuviese a merced de las contribuciones voluntarias de los países donantes, claro. Pero tenemos el sistema humanitario que tenemos.

No se trata solo de una reducción de la ayuda, sino también de una mayor politización de la que se mantenga. Si esto se materializa, una mayor alineación de la financiación para la respuesta a emergencias y crisis humanitarias con los intereses ideológicos, sería también un duro golpe para los ya maltrechos principios humanitarios. Esto, sin embargo, podría suponer avances en la política de localización, canalizando más fondos a través de actores locales, aunque no tanto para aumentar su poder y capacidad, sino para minar la de los actores internacionales como las agencias de Naciones Unidas. En cualquier caso, podría ser un efecto colateral positivo para organizaciones locales que no han visto materializarse aún la reforma humanitaria prometida.

Un duro golpe para los avances en derechos y salud sexual y reproductiva

Los recortes a la salud global, cooperación para el desarrollo y la acción humanitaria en el anterior mandato no fueron homogéneos, y tampoco se espera que lo sean ahora. De hecho, hubo una clara intención ideológica detrás de los recortes más sustanciales, que fueron para UNFPA, ONUSIDA, la OMS y UNRWA. Hay incluso quien le pone cifra al posible recorte para UNFPA (160 millones de dólares, más del doble de los 70 millones que perdió en el anterior mandato de Trump). Incluso grandes iniciativas estadounidenses como PEPFAR (para la lucha contra el VIH/SIDA) podrían peligrar de nuevo.

Ahora, aunque en otros sectores (como la seguridad alimentaria) parece haber un mayor optimismo, se espera lo peor para las organizaciones que defienden y promueven los derechos sexuales y reproductivos, el acceso a anticonceptivos, la prevención y el manejo de las infecciones de transmisión sexual y el VIH/SIDA, o el aborto seguro. Evidentemente, se espera el retorno de la Global Gag Rule, esa normativa que desde 1987 desaparece con los gobiernos demócratas y reaparece con los republicanos, que prohíbe que se pueda destinar fondos de salud a organizaciones internacionales que proporcionen servicios, referencias o información relativa al aborto (incluso con financiación independiente y en países donde sea perfectamente legal hacerlo). El impacto de esta norma también es conocido. Lejos de reducir la promiscuidad o el número de abortos, dificultar el acceso a la anticoncepción y el aborto seguro solo aumenta los embarazos no deseados (y más aún entre las mujeres más vulnerables) y los abortos inseguros y de alto riesgo para las mujeres.

El clima y el cambio climático, a un segundo plano

La lucha contra el cambio climático y a favor de la salud medioambiental también puede sufrir un duro revés. En los últimos años, la sensibilidad hacia los eventos climáticos adversos ha aumentado, resultado de las numerosas catástrofes y desastres naturales vinculadas al cambio climático antropogénico. A pesar de eso, un gobierno negacionista podría bloquear la financiación para la acción y justicia climática y el freno al calentamiento global, con consecuencias catastróficas, que cada vez se ven más cercanas en el tiempo.

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