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VIH/SIDA y otras ITS
- Página actualizada el22 de marzo de 2025

Desde su origen en los 80, la epidemia de VIH/SIDA ha marcado las vidas de millones de personas. A esto se ha respondido con numerosos esfuerzos de salud global, dejando en su camino muchas lecciones aprendidas. Hoy el desafío de la lucha contra el VIH/SIDA y otras infecciones de transmisión sexual (ITS), nuclear para el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, aún continúa lleno de desafíos. Esto es así especialmente en contextos de crisis humanitarias donde las limitaciones financieras, logísticas, técnicas y operativas obligan a concentrar esfuerzos en paquetes mínimos de servicios que deben expandirse cuanto antes.
Tabla de contenidos:
Del descubrimiento del VIH/SIDA en los 80 a su expansión en los 90
El VIH y el SIDA se descubrieron a principios de los años 80
El 5 de junio de 1981, los CDC estadounidenses reportaron, en un boletín epidemiológico, un raro hallazgo ocurrido a lo largo de los ocho meses anteriores. Se trataba de cinco casos de neumonía por Pneumocystis carinii en varones homosexuales activos de unos 30 años en Los Ángeles. No eran conocidos entre sí ni tenían parejas en común. Además, habían tenido coinfecciones por citomegalovirus y cándida. El boletín se completaba con una corta nota comentando lo inusual de este suceso: eran infecciones que normalmente solo se producían en pacientes gravemente inmunodeprimidos, que ahora afectaban a jóvenes aparentemente sanos hasta ese momento. La nota terminaba con una frase que hoy es historia: «Todas las observaciones anteriores sugieren la posibilidad de una disfunción inmunitaria celular relacionada con una exposición común que predispone a los individuos a infecciones oportunistas como la neumocistosis y la candidiasis»,
En los meses que siguieron al descubrimiento del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) se vio que además afectaba especialmente a usuarios de drogas inyectables, independientemente de su orientación y prácticas sexuales. También se identificaron más casos en otros países, como Bélgica. Poco más tarde, en 1983, se consiguió aislar en Francia el virus causante de esta enfermedad: el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). Dos años después, en 1985, se consiguió desarrollar un test diagnóstico para identificar el virus en sangre. Se trataba del ELISA (Ensayo por Inmunoadsorción Ligado a Enzimas). Para entonces la OMS ya tenía constancia de más de 17.000 casos de SIDA en 71 países, para lo que no había tratamiento conocido. De hecho, no fue hasta 1996 que se logró encontrar una terapia antirretroviral combinada capaz de permitir a las personas que hasta entonces morían de SIDA, vivir con VIH como una patología crónica controlada.
El VIH/SIDA tuvo un enorme impacto en los siguientes años
En las décadas de los 80 y 90 el SIDA tuvo un impacto masivo sanitario, social y cultural en todo el mundo. No se trataba solo de una epidemia, sino de una gran causa de miedo, prejuicios, marginalización, discriminación y estigma hacia las personas homosexuales y las personas usuarias de drogas por vía parenteral.
La lentitud de la respuesta gubernamental además, fue el catalizador de miles de movimientos sociales y activistas en todo el mundo. Estos grupos no solo ofrecían información acerca de la prevención del SIDA y el sexo seguro con condón. También promulgaban un enfoque de derechos humanos que no culpara ni victimizara a las personas que vivían con VIH/SIDA. A la vez, exigían más acciones de salud pública, investigación, apoyo político, y hasta acceso a medicamentos antirretrovirales.
El impacto de la epidemia no fue homogéneo: África fue la región más afectada, con diferencia
Se cree que en África, el VIH estuvo circulando durante años sin ser detectado antes de su detección en 1981, resultando en una explosión de casos en numerosos países en las décadas siguientes. Así, durante los años 90, al mismo tiempo que en Occidente mejoraban las técnicas diagnósticas y aparecían tratamientos capaces de reducir la mortalidad y transmisión, en África el SIDA se multiplicaba.
En 1997, año en el que se alcanzó el pico en número de nuevas infecciones por VIH en el mundo (3,02 millones), África concentraba el 78% (2,36 millones) de ellas, a pesar de tener solo el 13% de población mundial. Igualmente, en 2004, el año en que se alcanzó el pico de muertes por SIDA (1,6 millones en el mundo), tan solo en África se produjeron el 81% de todas las muertes (1,3 millones).

La respuesta desde la salud global al VIH/SIDA
La epidemia de SIDA definió, en gran parte, cómo entendemos hoy la salud global. La respuesta a esta crisis requirió una respuesta internacional coordinada que superó todas las fronteras, con sucesivas iniciativas y programas.
En 1987 se lanzó el Programa Global sobre el SIDA
Hasta 1987 no se inició ninguna gran iniciativa global para hacer frente a la nueva epidemia. Ese año, la Organización Mundial de Salud lanzó el Global Programme on AIDS (GPA). Se trató de un ambicioso programa que en tan solo 3 años se convertiría en el mayor de la historia de la organización. El GPA planteó una estrategia para la movilización de los países y un marco para sus políticas y respuestas. Esto se hizo desde una visión de solidaridad global y un enfoque (muy necesario) basado en los derechos humanos. Fue además la primera vez que desde la OMS se trabajó junto con grupos activistas, organizaciones de pacientes y ONGs. Entre estas últimas se incluían organizaciones nuevas y otras ya existentes que adaptaron sus actividades para la respuesta a la nueva crisis, como FHI 360.
Por supuesto, al no haber aún tratamientos, el foco de las acciones de este programa se puso en la prevención a través de la promoción del uso del condón, la educación sexual en centros educativos y programas de intercambio de jeringas para personas usuarias de drogas por vía parenteral.
En 1996 se creó ONUSIDA, programa que reemplazó al anterior
Al inicio de los años 90, e incluso a pesar de no haber aún tratamientos realmente efectivos, la mayoría de los países afectados desarrollaron programas nacionales de control del VIH/SIDA. Estos programas, sin embargo, no eran suficiente para responder a la crisis. Por ello (en parte), en 1996 se lanzara el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA), que reemplazaría al GPA. Esto ocurrió en medio de una contracción de las aportaciones financieras de los principales donantes.
ONUSIDA, a diferencia del programa que lo precedió, pudo hacer uso de los recientes avances en el descubrimiento de la terapia antirretroviral combinada. Apostó además por estrategias multisectoriales más inclusivas para la prevención. Así, abordó también la lucha contra el estigma y la discriminación ligada al VIH/SIDA.
Otras grandes iniciativas globales en los años 2000 dieron impulso a la lucha contra el SIDA
Pocos años tras la creación de ONUSIDA, además, nuevas iniciativas globales inyectaron capital económico a la lucha contra el SIDA. Estas incluyen el Programa Multinacional de Lucha Contra el VIH/SIDA del Banco Mundial (2000), el Fondo Mundial para la lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria (2002), y el Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del SIDA o PEPFAR (2003).
Este impulso financiero surgió en un contexto de creciente movilización política y activismo social que también dio lugar a la Declaración de compromiso en la lucha contra el VIH/SIDA de las Naciones Unidas en 2001 y, en el mismo año, la Declaración de Doha de la Organización Mundial del Comercio. Esto permitió que millones de pacientes en el Sur Global, por fin, tuviesen acceso a medicamentos antirretrovirales genéricos a un precio asequible, aunque no fue suficiente. Nuevas iniciativas como UNITAID, lanzada en 2006 y auspiciada por la OMS (junto a otras muchas iniciativas) continúan hoy contribuyendo a estos objetivos y peleando por el acceso a productos médicos esenciales a precios accesibles para las poblaciones que lo necesitan.
La prioridad de los años 2000 fue clara: diagnosticar y tratar
En 2006, la Organización Mundial de la Salud propuso un enfoque de salud pública frente al VIH/SIDA centrado principalmente en la mejora del acceso al diagnóstico y el tratamiento antirretroviral. Se propuso también aplicar protocolos simplificados que pudieran ser viables en contextos con escasos recursos. Algunos años más tarde, en 2014, se establecieron además objetivos centrados en el avance del diagnóstico y el tratamiento, para así conseguir que en 2030, la epidemia de SIDA dejase de ser una amenaza para la salud global. Entre estos objetivos se incluían reducir a 200.000 la cifra anual de nuevas infecciones entre adultos, y conseguir el 95-95-95 en el tratamiento del SIDA. Eso se refiere a que el 95% de las personas que viven con VIH estén diagnosticadas, que el 95% de estas personas estén en tratamiento antirretroviral, y que de el 95% de las personas en tratamiento tengan su carga viral suprimida.
El avance en este triple índice de diagnóstico y tratamiento ha sido notable (86-89-93 globalmente en 2023), reduciendo enormemente la mortalidad. Sin embargo, el número de nuevos casos no ha disminuido como se esperaba. Así, en 2023 hubo 1,3 millones de nuevas personas infectadas con VIH.
La lucha contra el VIH/SIDA continúa hoy con una nueva estrategia 2021-26
En la actualidad, la percepción acerca del VIH/SIDA se ve a menudo empañada por el optimismo del cambio de tendencia al alza del inicio del siglo XXI. Es más, una parte del gran público ve esta epidemia como un problema antiguo que hoy está bajo control. Por desgracia, el VIH/SIDA no ha dejado de ser un enorme problema de salud global, sobre todo en África. Frente a él, las sucesivas estrategias globales de respuesta habían tenido un éxito insuficiente.
En respuesta al lento progreso global en la reducción de nuevas infecciones por VIH, se planteó una nueva estrategia en 2021 con un enfoque mucho más holístico e importantes cambios respecto a los planteamientos anteriores. Así, la nueva estrategia, sin descuidar la importancia del acceso al diagnóstico y el tratamiento, pone el foco en la reducción de la desigualdad (relacionada con el género, el estigma y la discriminación), y en la prevención de las infecciones.
Las nuevas metas de la estrategia global de lucha contra el VIH/SIDA incluyen, no solo objetivos relacionados con el diagnóstico y el tratamiento, sino también otros muchos. Se trata de metas relacionadas con el acceso a servicios y la prevención combinada de la infección por VIH, metas para el empoderamiento de organizaciones lideradas por la comunidad en todas la acción contra el VIH/SIDA, metas relacionadas con la reducción de barreras legales para el acceso a servicios, y metas relacionadas con la reducción del estigma, de la discriminación de las personas con VIH y poblaciones clave, de la desigualdad de género y de la violencia de género en todas sus formas.
El VIH/SIDA en contextos frágiles y emergencias humanitarias
En emergencias humanitarias aumenta la vulnerabilidad al VIH
La relación entre el VIH y los factores desencadenantes de las emergencias humanitarias es compleja. Hasta puede ser diferente en cada situación.
Por lo general, en las crisis humanitarias aumenta la vulnerabilidad al VIH. Esto es debido a la destrucción de las redes de protección social y cuidados, la pérdida de medios de vida, el aumento de la violencia sexual y de género, y la interrupción del acceso a servicios de salud, incluyendo el diagnóstico y el tratamiento antirretroviral y para infecciones oportunistas. Además, en estos contextos, se recrudece el estigma y la discriminación por el VIH y su impacto en la salud mental, especialmente en algunas poblaciones clave. Junto a esto, otra gran amenaza es la inseguridad alimentaria y nutricional, ya que el requerimiento energético de las personas con VIH es mayor que en las personas VIH-negativas.
Sin embargo, en ciertos casos, el aumento de la vulnerabilidad no se traduce en un aumento de la transmisión del VIH. Esto puede ser, en parte, debido a la disminución de las interacciones sociales. Esto ocurre cuando como resultado de la violencia hay restricciones a los movimientos o cuando una población desplazada permanece aislada y con una suficiente cobertura de servicios de salud ofrecidos por la asistencia humanitaria. Ha llegado a haber crisis en las que se ha evidenciado que la población desplazada desde zonas de conflicto tenía menos prevalencia de VIH que la población huésped en la región de destino.
Acciones clave de VIH/SIDA y paquete mínimo de servicios de salud
A modo de estándar humanitario, existe una serie de intervenciones relacionadas con el VIH/SIDA incluidas en la última edición del Minimum Initial Service Package (MISP) de salud sexual y reproductiva en emergencias. Estas se plantean como un mínimo imprescindible, independientemente de la epidemiología local.
Entre ellas se incluyen acciones preventivas como los servicios seguros y racionales de transfusiones sanguíneas (para permitir que salven vidas minimizando el riesgo de transmisión de VIH, hepatitis o sífilis), la aplicación de precauciones estándar (lavado de manos frecuente, uso de guantes, ropa protectora, manejo seguro de objetos punzantes, eliminación adecuada de desechos, uso de viales de dosis única, procesamiento de instrumentos y limpieza de derrames de fluidos corporales), o garantizar la disponibilidad de condones lubricados en múltiples lugares. En contextos de alta prevalencia de uso de drogas por vía parenteral también se considera la provisión de jeringas y agujas estériles.
También se incluyen acciones curativas, como la provisión de antirretrovirales para poder continuar el tratamiento de las personas que ya estaban recibiendo terapia antes de la emergencia (incluyendo mujeres en programas de prevención de la transmisión vertical del VIH), garantizar el acceso a profilaxis post-exposición a supervivientes de violencia sexual y en casos de exposición laboral, la provisión de profilaxis con cotrimoxazol para infecciones oportunistas en personas con VIH (previo o recién diagnosticado), y asegurar el diagnóstico sindrómico y tratamiento de infecciones de transmisión sexual en centros de salud.
En las emergencias también se requiere apoyo multisectorial a las personas que viven con VIH
Además de las acciones del MISP, numerosas organizaciones abogan también por un paquete de intervenciones multisectoriales de apoyo a las personas que viven con VIH, incluso en las primeras fases de las emergencias. Entre estas, y más allá del acceso a antirretrovirales y servicios de salud, se recomienda el acceso mejorado a agua, alojamiento y alimentos (que permita a estas personas cubrir los requerimientos calóricos que tienen, más elevados de lo habitual), transferencias monetarias y apoyo económico y financiero, atención psicológica y de salud mental, y la capacitación sobre VIH al personal de servicios sociales y de salud.
Cuando la situación se estabiliza hay que expandir los servicios de salud de VIH/SIDA
La movilización comunitaria en esta etapa es una prioridad. Para ello hace falta diseminar información acerca del VIH, cómo se transmite (y cómo no) y los servicios de prevención, diagnóstico, atención y apoyo que hay disponibles. Además, es fundamental defender los derechos de las personas que viven con VIH y tomar medidas para reducir su estigma y discriminación. Se les debe ofrecer la oportunidad de participar en todas las etapas de los programas, desde el diseño a su implementación, monitoreo y evaluación.
Entre los servicios de prevención se incluye la orientación y pruebas de VIH voluntarias para personas que deseen conocer su condición serológica. Además, se puede impulsar que sea el propio personal sanitario quien recomiende las pruebas, que las personas usuarias pueden rechazar si lo desean. Esto, en contextos de alto riesgo y epidemia generalizada, puede aumentar mucho la cobertura de la orientación y el tratamiento. Además, el acceso a antirretrovirales para la prevención del VIH también es clave en esta etapa, tanto para la profilaxis posterior a la exposición como antes de esta, para personas expuestas a un riesgo sustancial de contagio. También es prioritario abordar la prevención de la transmisión vertical de madres con VIH a su hijo/a durante el embarazo, el parto y la lactancia, con orientación y pruebas de VIH integradas en la atención prenatal, medicamentos antirretrovirales si tienen un resultado positivo, y otras medidas.
Cuanto antes, se debe garantizar el acceso a terapia antirretroviral para las personas que viven con VIH, incluyendo nuevos diagnósticos. El apoyo a estas personas, debe ser integral y multisectorial, con apoyo psicosocial, protección social, apoyo para el cumplimiento del tratamiento, información sobre la vida con VIH, diagnóstico y tratamiento de tuberculosis y profilaxis ante infecciones oportunistas, planificación familiar, asistencia alimentaria, atención domiciliaria o comunitaria y cuidados paliativos.
La respuesta a las necesidades de poblaciones clave con VIH
Dependiendo del contexto, hay ciertos grupos y poblaciones que pueden tener un mayor riesgo de infección. Se puede tratar de hombres que tienen sexo con hombres, personas usuarias de drogas por vía parenteral, trabajadoras sexuales, personas refugiadas y desplazadas internas, personas transgénero, personal militar, jóvenes y adolescentes, prisioneros/as, y personas con discapacidad.
Estas poblaciones requieren intervenciones adaptadas a sus necesidades específicas, sostenidas por un sólido enfoque basado en derechos, que garantice no solo el acceso a servicios, sino también espacios seguros y protección, acceso a servicios legales, empoderamiento y medidas que reduzcan el estigma, la discriminación e incluso la violencia hacia ellas.
Otras enfermedades de transmisión sexual
Aparte del VIH/SIDA, existen otras infecciones de transmisión sexual (ITS) que también representan un reto significativo en salud pública en contextos humanitarios. Se trata, por ejemplo, de la clamidia, la gonorrea, la sífilis, la tricomoniasis, o las infecciones por virus del papiloma humano, herpes, y hepatitis B. En emergencias, la exposición a estas ITS aumenta, por la interrupción de los servicios de salud o los obstáculos para su acceso, el aumento de la violencia sexual y el sexo transaccional, y otros factores. Además, también son importantes por causar lesiones que pueden facilitar el contagio con VIH, así como infertilidad, embarazos ectópicos y cánceres específicos.
Para prevenir y manejar ITS en contextos de emergencia, se recomienda un enfoque multisectorial que incluya la distribución de preservativos y educación en salud sexual adaptada culturalmente. Además, cuando los recursos son limitados, se recomienda su manejo sindrómico. Para ello los actores de salud humanitaria deben tratar de facilitar el acceso a antibióticos y la integración de servicios de salud sexual y reproductiva en atención primaria, incluyendo el apoyo a las personas afectadas por violencia sexual. Todo esto requiere coordinación entre múltiples actores, un enfoque de derechos humanos centrado en las personas más vulnerables y, en muchísimas ocasiones, acciones de incidencia para la movilización de recursos y el cambio de políticas, leyes y prácticas discriminatorias y que perpetúan el riesgo y el estigma de las poblaciones afectadas.
Salud sexual y reproductiva
Enlaces externos
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