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Género en acción humanitaria

Género en acción humanitaria
Foto: Bruno Abarca

Las crisis humanitarias no afectan por igual a mujeres, niñas, hombres y niños. Por un lado, los hombres y niños experimentan más los conflictos armados como combatientes, siendo causantes de la violencia o víctimas de ella. Por otro lado, las mujeres y niñas en crisis humanitarias tienen una mayor vulnerabilidad a la pérdida de medios de vida, acceso a servicios esenciales, interrupción de redes de interacción social, problemas de salud sexual y reproductiva y violencia de género en todas sus variantes, como resultado de desigualdades preexistentes en poder, oportunidades y privilegios.

Debido a ello, es fundamental integrar una visión de género en acción humanitaria. Esta visión nos permite atender a las necesidades específicas de mujeres, niñas, hombres y niños, y contribuir a reducir la desigualdad de género. Esto, sin embargo, no es suficiente. También es necesario un abordaje de las causas estructurales de la desigualdad, con un enfoque de género que transforme el sistema humanitario desde dentro

En crisis humanitarias aumenta la desigualdad de género preexistente

Antes de que se iniciase el conflicto y el desplazamiento forzoso ya había desigualdad de género

Cuando estalla un conflicto o se produce una catástrofe natural que resulta en un desplazamiento masivo forzado, ellas se encuentran en una peor situación de partida, que lejos de resolverse, empeora de forma aguda. Esa desigualdad de base tiene que ver con el acceso a recursos, la participación en tomas de decisiones y la violencia de género.

Las mujeres, en general, tienen peor acceso al empleo remunerado, sin que se hayan producido mejoras en las tres últimas décadas. Menos de dos tercios de mujeres entre 25 y 54 años están en el mercado laboral, comparado con el 90% de los hombres de la misma edad. Ellas realizan tres veces más trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que ellos y tienen mucho más riesgo de vivir en la pobreza. Ellas también tienen menos acceso que ellos a educación (sobre todo educación secundaria) y ocupan muchos menos puestos de poder y toma de decisiones, no solo a nivel de política, sino también en sus propias comunidades y hasta en sus familias. A menudo mujeres y niñas carecen de autonomía para la toma de decisiones sobre sus propios cuerpos, vidas y futuro, incluyendo si se casan o no y con quién, o si tienen hijos/as o no y cuántos.

Mujeres y niñas son también objeto de una violencia que se alimenta de esta desigualdad de poder. La violencia de género puede ser pública o privada, en el seno de la familia y la pareja, y se manifiesta como violencia sexual y violación, matrimonios forzados e infantiles, mutilación genital, infanticidio femenino, explotación sexual y tráfico de mujeres y niñas, abusos de tipo psicológico, privación de libertad, coerción, violencia económica (forzando su dependencia económica del abusador) y hasta violencia vicaria (instrumentalizando el dolor a los hijos e hijas para dañar a sus madres).

Las crisis y emergencias humanitarias agrandan la brecha de género y la inequidad

Un elemento clave es el riesgo aumentado de violencia de género, tráfico de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, matrimonios forzosos, o la limitación de su libertad de movimiento. Además, se reduce el acceso de las niñas (principalmente) a la educación, en entornos menos seguros para ellas. Estas niñas tienen el doble de probabilidad (respecto a niñas en contextos estables) de quedar fuera de la educación secundaria, y 2,5 veces más de probabilidad que los niños varones en los mismos entornos.

Estos factores, junto con las cargas aumentadas de cuidados familiares y trabajo no remunerado condicionan la discriminación de las mujeres en el acceso a información, medios de producción y recursos económicos. El problema aumenta cuando, tras la pérdida repentina del hombre que generaba ingresos, mujeres sin empleo remunerado o medios de vida se convierten en cabezas de familia. Estas mujeres, además de afrontar inseguridad y desplazamiento forzoso, ahora deben cuidar de niños y niñas sin ayuda, al mismo tiempo que intentan acceder a recursos básicos para su supervivencia con un mayor riesgo de abusos, explotación y violencia, que normalmente proviene de hombres.

Muchas mujeres y niñas también se encuentran con que la respuesta humanitaria, la justicia, la protección social estatal o las iniciativas de recuperación temprana post-crisis, cuando se realizan sin tener en cuenta las desigualdades existentes, son ciegas a su discriminación y necesidades. Por ejemplo, aunque se les ofrezca participar en programas de microcrédito o emprendimiento, a menudo quedan fuera de los grandes proyectos de reconstrucción, que benefician mayoritariamente a hombres. Las mujeres incluso pueden tener dificultades para reclamar las propiedades (casas y campos de cultivo) que abandonaron al huir si sus maridos (generalmente los titulares de estos bienes) han fallecido, o para poder denunciar la discriminación y abusos que sufren ante la justicia.

Las crisis y emergencias humanitarias también afectan a los hombres, pero de otra forma

Por otra parte, los hombres y niños suelen tener más riesgo de reclutamiento forzoso para grupos armados, o se ven obligados a arriesgar sus vidas para proteger a sus familias y comunidades.

Cuando los hombres se desplazan con sus familias en crisis humanitarias también sufren una mayor presión para proporcionar medios para la subsistencia de su familia. Sin embargo, esto no es posible en contextos humanitarios donde no hay acceso a nuevos empleos o medios de vida. La frustración que muchos hombres experimentan en estas crisis a menudo se manifiesta en un aumento de la frecuencia e intensidad de violencia de género hacia mujeres y niñas, resultando en un impacto directo adicional para ellas.

La acción humanitaria debe realizarse con enfoque de género

Los actores humanitarios deben entender la naturaleza de la desigualdad de género y responder ante ella. Para ello deben integrar un enfoque de género (gender-sensitive) en todas las etapas del ciclo del proyecto, y en los estándares de cada sector.

Hay que incorporar el enfoque de género en el ciclo del proyecto humanitario

Durante el análisis del contexto, un completo análisis de género nos ayudará a entender cómo la crisis ha impactado a mujeres, niñas, hombres y niños, y a analizar sus necesidades específicas.

En el diseño y formulación de proyectos debemos garantizar que las intervenciones humanitarias respondan a esas necesidades específicas, que contribuyan a superar las desigualdades existentes y que ayuden a reducir las causas y efectos de la violencia de género. Para ello, las mujeres y niñas deben participar en el proceso. Por un lado, porque son las principales afectadas y tienen derecho a voz y voto. Por otro lado, por su mejor conocimiento de las necesidades de las familias. Como resultado de normas de género desiguales, ellas suelen quedar al cuidado de niños y niñas y desarrollan más estas habilidades. Si esto no se tiene en cuenta, es posible caer en el error de escuchar más las voces de quienes más poder tienen -generalmente los hombres-.

En la implementación hay que evitar la discriminación en el acceso a los recursos y servicios ofrecidos, asegurar que la forma de proporcionar asistencia no aumenta el riesgo de violencia de género hacia mujeres y niñas, y facilitar la participación de hombres, niños, mujeres y niñas en las actividades y soluciones. Las intervenciones que desafían los roles tradicionales de género pueden ayudar a implicar a hombres y niños en labores de cuidados infantiles y familiares, repartir cargas de trabajo, dar nuevas posibilidades a mujeres y niñas en el empleo de sus habilidades y capacidades y reducir el riesgo de violencia de género, entre otros aspectos. En cuanto al monitoreo, es importante usar información desagregada por sexos y edades e incluir mecanismos para recoger opiniones y quejas de las personas asistidas.

La igualdad de género también se debe transversalizar en todos los sectores y tipos de acción

La integración de una visión por la igualdad de género en la acción humanitaria también debe alcanzar a los enfoques específicos de cada sector, creando nuevos estándares que todos los actores respeten. De esta manera, las recomendaciones generales para el ciclo del proyecto y programa se pueden concretar en las acciones más relevantes para un determinado sector. Para ello hay disponibles muchas herramientas.

Algunos ejemplos de consideraciones específicas por sector o temática incluyen:

  • En algunos esquemas de intervenciones de transferencias monetarias puede haber barreras para que las mujeres se beneficien de ellos que deben ser conocidas y abordadas.
  • La manera de organizar y gestionar un campo de personas refugiadas puede determinar la seguridad de mujeres y niñas y su libertad de movimiento y acceso a servicios en él.
  • Las intervenciones de educación deben garantizar que no haya discriminación en la escolarización de niñas e incluir contenidos acerca de la igualdad de género para un enfoque transformador.
  • Entre los servicios de salud considerados esenciales se deben incluir servicios de salud sexual y reproductiva, desde la planificación familiar y la anticoncepción al aborto seguro y la atención a las agresiones sexuales.
  • Se debe implicar a los hombres en la promoción de la alimentación y los cuidados del recién nacido y el lactante.
  • En la planificación de acciones de WASH es clave garantizar la privacidad y dignidad de todas las personas, incluyendo aspectos relacionados con la higiene menstrual.

Algunos de estos ejemplos son elementales, mientras que otros buscan empezar a lograr, desde las oportunidades que ofrece la respuesta humanitaria, un cambio sostenible de fondo en las normas y dinámicas de género.

Un enfoque de género sólido debe perseguir un objetivo transformador

Los enfoques transformadores de género buscan cambios sostenibles de fondo

Reconocer las desigualdades de género y responder a las diferentes necesidades de niñas, niños, mujeres y hombres es fundamental pero no suficiente. Cada vez más actores humanitarios avanzan y piden avanzar hacia un enfoque feminista y transformador de género en la respuesta a emergencias y crisis.

Este enfoque busca desafiar y cambiar normas de género que generan inequidad y discriminación, dinámicas injustas de poder, y las estructuras que las sustentan. Estas normas, dinámicas y estructuras existen en la emergencia aguda y se mantienen en la transición a las crisis prolongadas. Para abordarlas en la comunidad, sin embargo, no basta con tachar elementos en un checklist. Es necesario un cambio de fondo y una apuesta por una cultura feminista que desafíe el patriarcado en las propias organizaciones y el sistema humanitario.

Hay grandes resistencias al cambio dentro del sistema humanitario

La inclusión de una visión feminista y de género en la reforma humanitaria ha sido, hasta la fecha, menos ambiciosa y completa de lo que debería. Aunque ha habido muchos compromisos y avances declarativos ligados a la igualdad de género, ha habido grandes resistencias para su operacionalización. Por ejemplo, hace más de 30 años que se habla con fuerza de salud y derechos reproductivos, pero la violencia contra las mujeres sigue siendo un problema global y la acción humanitaria apenas ha integrado la atención segura al aborto. Igualmente, términos relacionados con el empoderamiento y aumento de la autonomía de mujeres y niñas aparecen en todas las propuestas de proyecto, pero las organizaciones locales de mujeres apenas tienen aún financiación o participación en toma de decisiones en niveles superiores.

Esta lentitud en los avances está en parte vinculada a la resistencia interna de las organizaciones y su personal. Está muy arraigado en la cultura humanitaria que hablar de enfoques transformadores de género pueden limitar el acceso a las poblaciones. Sin embargo, hay muchas organizaciones locales con interés por trabajar por el cambio desde sus propias comunidades.

Igualmente, hay quien piensa que un enfoque transformador de género va más allá del objetivo de salvar vidas en emergencias. Es cierto. Es más, posiblemente es inviable en la primera fase de respuesta en muchas crisis. Sin embargo,  lo habitual en las crisis humanitarias de hoy es que se prolonguen durante meses e incluso cronifiquen durante años. Cuando esto ocurre, se pueden empezar a poner los cimientos para cambios profundos a largo plazo en dinámicas y normas de género. Desde un enfoque de Nexus se puede mirar más allá de «salvar vidas» y aplicar el imperativo humanitario de forma coherente.

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