Salud en crisis humanitarias  »  Hambre y desnutrición  »

El hambre en el mundo y sus causas

El hambre en el mundo y sus causas
Foto: Bruno Abarca

Hay muchas maneras de entender el hambre. Estas incluyen desde la sensación física incómoda o dolorosa causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria, hasta la incapacidad de las personas para cubrir sus necesidades nutricionales básicas. En ocasiones el término incluso se termina equiparando con inseguridad alimentaria, desnutrición o (simplemente) necesidad y pobreza. Lo que está claro en cualquier caso es que el hambre es un problema global, que se agudiza en las crisis y emergencias humanitarias.

Desde una perspectiva humanitaria es clave intentar entender el hambre en el mundo como una prioridad de salud global y humanitaria, así como el resultado de la injusticia. Esto, sin embargo, no es suficiente. También es necesario entender la dimensión individual y familiar del hambre y empatizar con la experiencia que puede sentir una persona desplazada por un conflicto, física, mental y emocionalmente agotada. Esta persona, hambrienta, vive angustiada por su futuro y el de sus hijos enfermos y desnutridos, sabiendo que ya no les queda nada que vender para comprar algo de arroz y sin saber si podrán comer mañana.

¿Qué es el hambre?

El hambre es un problema global que continúa aumentando

Lejos de disminuir, desde 2014 el hambre en el mundo ha ido en aumento. Hoy, se estima que en torno a 733 millones de personas pasan hambre, lo que equivale a una de cada once personas, o más del 9% de la población. Este cálculo está realizado entendiendo el hambre como subalimentación o un consumo habitual de alimentos insuficiente para tener la energía necesaria para poder llevar una vida activa y sana.

Esta no es la única manera de medir el hambre. Si nos centramos en el acceso regular a una alimentación adecuada, en torno a un 28,9% de la población (2.300 millones de personas) viven en condiciones de inseguridad alimentaria moderada o severa. Es más, 2.800 millones de personas, o más de un tercio de la población del planeta, no disponían de los recursos económicos suficientes para permitirse una dieta saludable.

El hambre y la inseguridad alimentaria, sin embargo, no afectan a todos y todas por igual. África sigue siendo la región con una mayor proporción de población afectada por el hambre, seguida (de lejos) por Asia, América Latina y el Caribe. Por estos motivos, entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible se incluye el número 2: Hambre Cero. 

El hambre es una importante causa de malnutrición y mortalidad infantil

Como resultado del hambre y la desnutrición, millones de niños y niñas mueren cada año. Se estima que la desnutrición se relaciona con casi el 50% de la mortalidad infantil. De los/as que sobreviven, muchos/as vivirán con hambre y en la pobreza el resto de su infancia, expuestos a muchos más riesgos vitales y con menos oportunidades para desarrollar su potencial.

La malnutrición no suele matar de forma directa. De los 4,7 millones de muertes en menores de 5 años que se produjeron en 2021, solo 97.000 fueron el resultado directo de la inanición. La malnutrición, sin embargo, debilita el sistema inmune infantil y aumenta la susceptibilidad y vulnerabilidad a las infecciones. Igualmente, las infecciones hacen a estos niños y niñas más débiles y malnutridas. Los datos del Global Burden of Disease muestran que, en 2021, 2.4 millones de muertes en menores de 5 años (el 51% del total) fueron atribuibles a la malnutrición, en sus múltiples formas.

El principal factor de riesgo nutricional para la mortalidad infantil es el bajo peso al nacer. Esto está seguido del bajo peso, la desnutrición aguda, la desnutrición crónica y la lactancia subóptima.

Child deaths attributed to malnutrition
Ritchie, 2024.

Los avances contra la malnutrición y las infecciones han ayudado a reducir la mortalidad infantil

La mortalidad en menores de cinco años ha disminuido mucho a lo largo de los años. Mientras que en 1980, 13,5 millones de niños y niñas no llegaban a los cinco años, esta cifra ha ido bajando hasta 9,2 millones en 2000, 7,2 millones en 2010, y 4,7 millones en 2021. Esta reducción ha ido de la mano de la reducción de la malnutrición en todas sus formas.

Sin embargo, esto no significa que el problema haya desaparecido. Esta reducción ha sido muy marcada en Asia, pero en África sub-Sahariana apenas se ha pasado de 3,9 millones de muertes en menores de 5 años en 1990 a 2,9 millones en 2021. Todas estas muertes, obviamente, fueron además a muy temprana edad. Como consecuencia, nada más que la desnutrición aguda resultó, en 2021, en 36.4 millones de años de vida perdidos.

Muertes infantiles atribuidas a la malnutrición, por factor de riesgo
Ritchie, 2024.

La inseguridad alimentaria es una causa fundamental del hambre

Un determinante evidente del hambre en el mundo es la inseguridad alimentaria. Esta se puede definir como la falta de acceso a alimentos suficientes y seguros para satisfacer las necesidades nutricionales y preferencias alimentarias para una vida saludable y activa. Existen muchas maneras diferentes de medirla.

La inseguridad alimentaria se puede medir a través de la experiencia de las personas que la sufren

La FAO introdujo en 2016 la Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (Food Insecurity Experience Scale o FIES) en el marco del proyecto Voices of the Hungry. Esta escala permite medir la inseguridad alimentaria y se emplea para monitorear el avance de la lucha contra el hambre bajo el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria emplea un sencillo cuestionario de ocho preguntas acerca de las dificultades para acceder a los alimentos debido a limitaciones de recursos. Así, se pregunta a la persona encuestada si en los últimos 12 meses ha habido algún momento en que:

  1. Se ha preocupado por no tener suficientes alimentos para comer.
  2. No ha podido comer alimentos sanos o nutritivos.
  3. Ha comido poca variedad de alimentos.
  4. Se ha tenido que saltar una comida.
  5. Ha comido menos de lo que pensaba que debía comer.
  6. Su hogar se ha quedado sin alimentos.
  7. Ha tenido hambre pero no comió.
  8. Ha dejado de comer durante todo un día.

Esta escala permite establecer la gravedad de la inseguridad alimentaria, desde un nivel leve (incertidumbre acerca de la capacidad de obtener alimentos), moderado (falta de recursos para llevar una dieta saludable y una dieta, y falta ocasional de comida) y grave (ha estado varios días sin comer nada durante el año o se ha quedado sin alimentos). 

La clasificación IPC es otra manera de medir la magnitud de la inseguridad alimentaria

La Integrated Food Security Phase Classification (o IPC) es otra manera de medir la inseguridad alimentaria. Se trata de una iniciativa de un conjunto de actores internacionales que se usa para orientar políticas, programas y respuestas humanitarias de emergencia. Esta clasificación permite determinar la severidad y la magnitud de la situación de:

  • Inseguridad alimentaria aguda. La inseguridad alimentaria que se produce en un momento específico y con una gravedad que amenaza vidas o medios de subsistencia.
  • Inseguridad alimentaria crónica. Es la que persiste en el tiempo principalmente debido a causas estructurales, incluyendo la estacional.
  • Malnutrición aguda.

La escala IPC de inseguridad alimentaria aguda se calcula a partir del análisis y el consenso de expertos acerca de la disponibilidad de alimentos, la capacidad de las familias para acceder a ellos, si hacen un consumo adecuado de nutrientes y energía, si el sistema es estable o no, en qué medida las familias recurren a cambios en medios de vida y estrategias de afrontamiento insostenibles (como vender medios de producción y herramientas de trabajo, disminuir gastos en educación y salud o consumir semillas) para disminuir la brecha alimentaria, y el posible aumento de la desnutrición aguda y la mortalidad como resultado de lo anterior.

Una hambruna es una situación de inseguridad alimentaria aguda catastrófica según la escala IPC

La escala IPC  establece cinco niveles posibles de inseguridad alimentaria aguda: (1) mínima o ninguna, (2) acentuada, (3) crisis, (4) emergencia y (5) catástrofe. Este quinto nivel es el estándar mundial para la definición del término hambruna en un área, que corresponde a una situación en que la proporción de familias en este nivel supera un determinado umbral. De hecho, en una hambruna, los hogares tienen una carencia extrema de alimentos y otras necesidades básicas aún después de agotar sus estrategias de afrontamiento.

Se considera oficialmente que un área está en situación de hambruna cuando más del 20% de familias tiene una carencia de alimentos extrema, más del 30% de los niños y niñas sufre desnutrición aguda, y se producen más de 2 muertes diarias de adultos por cada 10.000 habitantes o más de 4 muertes diarias de niños por cada 10.000 niños, exclusivamente como consecuencia de la inanición o de enfermedades derivadas de la desnutrición. La evidencia (sólida o razonable) de la existencia de una hambruna en un área, una vez validada y revisada por un comité de personas expertas, debe dar pie a las declaraciones de titulares de obligaciones y responsabilidades. Una hambruna siempre requiere una acción urgente de todas las partes implicadas para asegurar el acceso humanitario, una respuesta rápida multisectorial, y el cese del conflicto, si se considera un factor causante.

El abordaje del hambre y la malnutrición es multisectorial

La malnutrición no está solamente causada por la inseguridad alimentaria y una dieta inadecuada. Entre sus causas también se encuentra la enfermedad, las prácticas de alimentación y cuidados infantiles, o la falta de acceso a servicios de salud, agua, saneamiento e higiene. Bajo estas causas existen otras subyacentes, como la violencia, la pobreza, la desigualdad de género, o las violaciones de derechos humanos.

Essential nutrition actions
Keats, 2021.

La malnutrición puede ser el resultado de la falta de acceso a servicios de salud y nutrición

Algunas de las acciones más importantes en la prevención de la malnutrición y sus consecuencias son ofrecidas a través de de servicios de salud:

Un sólido sistema de salud es también clave para establecer políticas de salud pública relevantes. Por ejemplo, estas pueden abordar el marketing inadecuado de sustitutos de leche materna o desincentivar el consumo de bebidas azucaradas. Las autoridades de salud también deben facilitar la sinergia multisectorial con las intervenciones con efectos en la nutrición que se realizan desde la protección social, los sistemas alimentarios, la educación, el agua, el saneamiento, la higiene, o la protección de la infancia, entre otras.

Las prácticas adecuadas de alimentación y cuidados infantiles ayudan a prevenir la malnutrición

En muchas ocasiones, el hambre y la desnutrición infantil tiene una relación muy directa con las prácticas de cuidados y las dificultades que encuentran las personas cuidadoras, a menudo sobrepasadas y sin suficientes apoyos.

En este sentido, para un correcto desarrollo infantil, y para reducir el riesgo de enfermedad, desnutrición aguda y desnutrición crónica, no basta con una adecuada alimentación adaptada a la edad. También es necesario que haya una adecuada conducta de búsqueda de atención sanitaria (y acceso a esta), protección y seguridad, educación y oportunidades para el aprendizaje, y una atención respetuosa, cariñosa y sensible a las necesidades cotidianas de los niños y niñas.

La seguridad hídrica, el saneamiento y la higiene son también fundamentales

La inseguridad hídrica y el hambre están estrechamente relacionadas. Por una parte, las personas necesitan agua para beber y sobrevivir y, cuando no hay agua potable disponible, puede llegar a suponer un enorme coste, aumentando su vulnerabilidad y reduciendo los recursos disponibles para cubrir otras necesidades, como alimentos, atención sanitaria o educación. Además, el agua es fundamental para cocinar alimentos, para mantener la higiene personal, del hogar y ambiental y para reducir el riesgo de infecciones. Por ejemplo, la falta de acceso a agua en un contexto humanitario puede impedir la correcta desinfección de biberones para niños y niñas pequeñas que no tienen acceso a lactancia materna, lo que puede resultar en graves diarreas, deshidratación severa y la muerte.

Las deficiencias en agua, saneamiento e higiene a menudo resultan en un riesgo aumentado de contagio de enfermedades transmitidas por vectores, que se multiplican en entornos insalubres. Estas incluyen las infecciones diarreicas, que además de deshidratación producen disfunción entérica ambiental y déficits en la absorción de nutrientes de los alimentos. Esto, a su vez, produce desnutrición crónica y una reducción en la capacidad inmune para hacer frente a nuevas infecciones.

Los sistemas de protección social ofrecen protección frente a las crisis y el hambre

Las políticas públicas y programas de protección social resultan fundamentales para proteger a toda la población y en especial a la más vulnerable, ante las crisis económicas y humanitarias. Por medio de estas políticas y programas se puede proteger a las personas cuando pierden sus empleos o medios de vida, o empoderar a las personas más vulnerables y marginadas para su reinserción socioeconómica. También permiten garantizar el acceso universal a servicios esenciales (de salud o agua, por ejemplo) con independencia de la capacidad económica de las familias, de forma continuada. 

El hambre y la malnutrición se agudizan en las crisis humanitarias

El espacio de vulnerabilidad del hambre aumenta con los conflictos y desplazamientos

El hambre ocurre ocurre en la intersección de las deficiencias en seguridad alimentaria, seguridad hídrica, saneamiento e higiene, cobertura de servicios de salud y nutrición, protección social, y prácticas de alimentación y cuidados. Este espacio de vulnerabilidad se reduce con el empoderamiento, los derechos, la buena gobernanza y la equidad. Por el contrario, aumenta con la pobreza, la injusticia, las epidemias, los conflictos, los desplazamientos forzosos y los efectos del cambio climático.

En las crisis y emergencias humanitarias, el espacio de vulnerabilidad del hambre se magnifica. Es el resultado de las consecuencias de la violencia y la destrucción del tejido social a todos los niveles:

  • A nivel macro, los conflictos, los efectos del cambio climático y los desastres naturales pueden resultar en el desplazamiento forzoso de poblaciones enteras que pierden sus medios de vida y quedan a merced de la protección de los gobiernos y la ayuda humanitaria.
  • En la comunidad se puede romper la cohesión y las redes sociales de apoyo al tiempo que aumenta la violencia, aumentando así la vulnerabilidad de las familias y de las personas cuidadoras (generalmente mujeres) de niños y niñas pequeñas.
  • Las familias se pueden ver afectadas por la inseguridad alimentaria, las pérdidas humanas, la falta de acceso a recursos y servicios, la angustia y falta de esperanza, y la violencia intrafamiliar.
  • Finalmente los individuos más vulnerables, entre los que se encuentran los niños, se ven expuestos a un riesgo extremo de hambre y malnutrición en todas sus formas, incluyendo la desnutrición aguda, la desnutrición crónica, las deficiencias de micronutrientes y el sobrepeso y obesidad.

El hambre también se utiliza en ocasiones como arma de guerra

En estos casos grupos armados intentan «matar de hambre» a personas civiles privándoles de los recursos indispensables para su supervivencia, incluyendo el acceso a la asistencia humanitaria. Cuando esta violación del derecho internacional humanitario es intencional puede llegar a constituir un crimen de guerra, un crimen contra la humanidad e incluso un acto de genocidio.

es_ESEspañol
Scroll al inicio