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Vacunación en emergencias humanitarias

Vacunación en emergencias humanitarias
Foto: Bruno Abarca

Las vacunas son herramientas esenciales para la prevención y control de enfermedades infecciosas. Hace años que tenemos vacunas disponibles para muchas enfermedades de transmisión feco-oral, respiratoria o sexual. Además se han seguido lanzando nuevas vacunas como las de la malaria, el ébola o la COVID-19. Otras nuevas vacunas están en proceso de investigación y desarrollo. 

Sin embargo, en las emergencias humanitarias se reduce el acceso a las vacunas y la capacidad de usarlas de manera efectiva. Esto se suma al aumento de la transmisión de enfermedades infecciosas que también se produce en estos contextos. Ambas cosas, combinadas, resultan en un preocupante aumento de la morbilidad y mortalidad evitables. Este problema, combinado con el resto de dificultades para garantizar el acceso a servicios esenciales en contextos humanitarios, hace que sea necesario adaptar cómo se diseñan e implementan las estrategias de vacunación en emergencias humanitarias.

El estancamiento en los avances globales en vacunación

Las vacunas han salvado más vidas que ninguna otra innovación médica

A la primera vacuna contra la viruela -una enfermedad ya erradicada-, desarrollada por Edward Jenner en 1796, han seguido otras muchas. Así, en la primera mitad del siglo XX se desarrollaron otras como la de la fiebre amarilla en 1938. Esto hizo a Max Theiler merecedor de un premio Nóbel. Los avances continuaron en la segunda mitad de este siglo. De hecho, en este periodo aparecieron, por ejemplo, las de la poliomielitis entre 1954 y 1960 y la del sarampión en 1963. Desde 1986, incluso, disponemos de la vacuna recombinante contra la hepatitis B, desarrollada por ingeniería genética. Estos desarrollos continuaron en el siglo XXI, con la vacuna contra el virus del papiloma en 2006. A esta siguió, una nueva (y mejor) vacuna contra la meningitis A en 2010, y las más recientes vacunas contra el ébola, la malaria y la COVID-19.

Se estima que desde 1974 las vacunas han evitado 154 millones de muertes en el mundo, incluyendo 146 millones en menores de cinco años. De este modo, han sido responsable del 40% de la reducción de la mortalidad en niños menores de cinco años en este periodo. Esta reducción ha alcanzado el 52% en África.

Las vacunas se han ido incorporando a los programas de vacunación de rutina

Los diferentes países han realizado grandes esfuerzos para establecer sus programas de inmunización. Junto a ellos, además, ha habido iniciativas de salud global como el Expanded Programme on Immunization de 1974 o la Children’s Vaccine Initiative de 1991. También se creó Gavi (The Vaccine Alliance) en 2000, y se publicaron el Global Vaccine Action Plan 2011-2020, y la actual Immunization Agenda 2030

En los primeros programas de vacunación, se contaba con 6 vacunas: tuberculosis, difteria, tétanos, tosferina, polio y sarampión. De esa cifra hemos llegado hasta tener 13 vacunas universalmente recomendadas. Estas incluyen las anteriores más papiloma, hepatitis B, varicela, neumococo, Haemophilus influenzae tipo B, rotavirus y COVID-19. Además, hay otras 17 más recomendadas en función del contexto, como las de fiebre amarilla, cólera y meningitis. 

Todo esto llevó a alcanzar, en los años 90, coberturas vacunales infantiles globales cercanas al 80%, y un gran optimismo. 

Aún así, millones de niños y niñas no están adecuadamente vacunados

A pesar de los avances, se estima que, cada año, 7 millones de recién nacidos no consiguen recibir el paquete completo de vacunas esenciales que necesitan. Es más, otros 13 millones de niños y niñas no reciben ni una sola dosis

Hoy apenas tenemos una cobertura global del 83% de la tercera dosis de difteria, tétanos y tosferina (DTP3). Igualmente, apenas alcanzamos una cobertura del 74% para la segunda dosis del sarampión, o del 65% para la tercera del neumococo, por ejemplo. Ninguna de las vacunas introducidas en los últimos años han alcanzado las coberturas de las vacunas más antiguas. Esto es así a pesar de llevar algunas más de 10 años en calendarios vacunales.

Además, existen amplias diferencias entre los diferentes países. La cobertura de DTP3 apenas alcanza el 73% en África, y el 60% de los niños que nunca han recibido ninguna dosis de DTP en 2023 viven en tan solo diez países. Estos son Afganistán, Angola, DRC, Etiopía, India, Indonesia, Nigeria, Pakistán, Sudán y Yemen. 

Dentro de un mismo país también hay diferencias según zonas rurales y urbanas. Igualmente, en países como India o Afganistán, las coberturas vacunales en niñas parecen ser menores que en niños. En cualquier caso, la mayor diferencia existe en función de la riqueza y el nivel educativo de los padres y madres. De hecho, los hogares más pobres siempre son más expuestos y vulnerables. Por ejemplo, estudios sugieren que hay un 27% menos de niños y niñas completamente vacunados si las madres no han tenido educación formal. Una diferencia similar existe entre el quintil más pobre de la población y el quintil más rico.

Alcanzar la "última milla" en coberturas vacunales supone un gran desafío

Hoy, el progreso se ha estancado. De hecho, aún estamos lejos del objetivo del 90% de cobertura para las vacunas esenciales infantiles. Estas incluyen 3 dosis de difteria, tétanos, tosferina y neumococo, 2 dosis de sarampión, y 1 contra el virus del papiloma.  

Alcanzar esa «última milla» del 80% al 90% por supuesto es difícil. En cualquier caso, se complica aún más donde los sistemas de salud son débiles y no han conseguido adaptarse a los nuevos patrones demográficos. El problema también aumenta cuando la información contradictoria o la desinformación contribuye a reducir la confianza de la población en las autoridades sanitarias. Además, no podemos obviar el impacto del aumento del número y la duración de las crisis humanitarias complejas y los conflictos, que suponen desafíos adicionales.

Junto a lo anterior, desde 2020, ha habido un retroceso. Esto es, en gran parte, atribuible al efecto indirecto de la pandemia de COVID-19. De hecho, se cree que es el resultado, en parte, de redirigir numerosos recursos de salud infantil al control de la epidemia, Por supuesto, también ha tenido mucho peso el efecto de las restricciones y el miedo a la infección en el acceso a servicios de salud tensionados por la crisis. Además, hubo muchas dudas acerca de la seguridad de una vacuna desarrollada con mucha rapidez contra una enfermedad que muchos percibían como de poca gravedad. Estas dudas han afectado a la confianza poblacional en el resto de vacunas. 

La vacunación en emergencias humanitarias requiere una adaptación de las estrategias y programas

En emergencias pueden ser necesarias las campañas de vacunación

Los desafíos logísticos y de seguridad son aún mayores en una crisis humanitaria. Estos pueden aumentar las dificultades para la prestación de servicios de salud o el acceso de la población a dichos servicios, reduciendo así las coberturas vacunales. Por ello es necesario considerar alternativas a la provisión de servicios de salud y los programas de vacunación de rutina.

Una de las estrategias más comunes de vacunación en emergencias es desarrollar campañas masivas en unidades de salud o en la comunidad. Esto se hace al margen de los servicios de vacunación de rutina, que pueden estar o no operativos. Las campañas se dirigen a grupos expandidos de edad, cubriendo solo algunas vacunas prioritarias, y en ocasiones con pautas reducidas. Esta solución, que en situaciones normales podría ser inadecuada, es a menudo la más indicada en crisis complejas. En estas circunstancias lo ideal está lejos de lo realista.

La acción humanitaria debe, por supuesto, velar por proteger y, en cuanto sea posible, ayudar en la recuperación del sistema de salud local. Sin embargo, restaurar los servicios de vacunación de rutina puede llevar mucho tiempo. Mientras tanto, hay que adaptar las acciones a las necesidades urgentes de la población. Nigeria es un buen ejemplo del éxito de este tipo de enfoque. Este país tenía coberturas vacunales de rutina contra la polio en torno al 60%. Sin embargo, las campañas de vacunación en emergencias promovidas por la Global Polio Eradication Initiative consiguieron proteger al país de la circulación del virus salvaje de la polio.

En las campañas de vacunación en emergencias humanitarias hay que priorizar solo algunos antígenos

Para decidir qué vacunas son prioritarias, se recomienda establecer un grupo de trabajo dirigido por el Ministerio de Salud. En su ausencia, el liderazgo puede venir del clúster de salud. Este grupo de personas expertas deberá:

  1. Evaluar primero los riesgos epidemiológicos de las diferentes enfermedades.
  2. Analizar a continuación las diferentes vacunas disponibles y la posibilidad de ofrecerlas de manera efectiva.
  3. Finalmente, estudiar otras consideraciones. Estas incluyen las posibles barreras y facilitadores, así como alternativas viables al plan inicial. En esta etapa se debe analizar también el resto de necesidades humanitarias con las que se compite por los escasos recursos disponibles.

Analizar los riesgos epidemiológicos permite identificar prioridades

El primer paso requiere determinar el nivel de riesgo de cada enfermedad prevenible con vacuna, debido a factores de riesgo generales y específicos. No tiene sentido priorizar una vacuna para un patógeno que, en un determinado contexto, no supone un riesgo para la salud.

El análisis debe priorizar la posible mortalidad resultante de la transmisión de una enfermedad. Además, debe evaluar la presión en servicios curativos de salud y los efectos a largo plazo de la enfermedad. Estos incluyen, por ejemplo, el cáncer de cérvix por papilomavirus o la transmisión vertical de la hepatitis B en el parto. También puede considerar el potencial retroceso en avances globales para la eliminación o erradicación de una enfermedad.

El segundo paso consiste en evaluar las vacunas disponibles

En esta etapa es clave analizar las características de las vacunas y la viabilidad de su uso

Es necesario analizar la disponibilidad potencial de dosis suficientes y la pauta recomendada de administración. En algunos casos se debe estudiar también la posibilidad de usar pautas reducidas e incluso dosis fraccionadas. En ocasiones no es realista pretender aplicar una pauta completa de vacunación si la población está en movimiento o si la disponibilidad es reducida. El uso de una pauta reducida o una dosis fraccionada suele generar una inmunidad menos duradera de lo habitual. Sin embargo, puede ser suficiente para reducir el riesgo en el periodo más crítico. 

La viabilidad de la vacunación en un determinado contexto también depende de otros factores. Ejemplos incluyen su presentación (dosis únicas o múltiples), su composición, el tipo de vacuna (atenuada o inactivada), o el coste. En algunos casos, un factor determinante puede ser la sensibilidad de la vacuna a las temperaturas. La cadena de frío puede ser un desafío en zonas remotas con infraestructura deficiente. El tiempo que las vacunas tardan en generar una respuesta inmune protectora frente a los patógenos es también un factor determinante. Las vacunas atenuadas pueden proporcionar protección suficiente con solo una o dos dosis en tan solo dos semanas. Sin embargo, las inactivadas requieren más dosis, separadas varias semanas, para brindar un nivel similar de protección. Igualmente, dependiendo de la época del año o el riesgo estacional de ciertas enfermedades, se pueden priorizar algunas vacunas y postponer el uso de otras. 

Se deben evaluar también las posibles estrategias de vacunación

Aspectos como la dificultad para acceder a ciertas áreas geográficas y poblaciones pueden ser determinantes. También se debe analizar si sería más adecuado usar una estrategia de puestos fijos (en centros de salud, escuelas, iglesias, mezquitas o mercados) o equipos móviles. Esto es importante, por ejemplo, para poblaciones nómadas sin acceso a un puesto fijo de vacunación. A veces puede ser necesario combinar ambos enfoques. En otras ocasiones, sin embargo, puede ser también viable tratar de restablecer desde el inicio los servicios de vacunación de rutina. Además, se debe evaluar si hay personal y recursos materiales suficientes, como medios de transporte, combustible o neveras, para cubrir a la población objetivo.

Un factor clave es si es posible asegurar una adecuada información y sensibilización de la población acerca de las vacunas en el escaso tiempo disponible. Para esto, la movilización social es clave. Es importante emplear múltiples canales, desde medios de comunicación hasta líderes tradicionales y religiosos o agentes de salud comunitarios y comunitarias. Además, es esencial entender las dudas y percepciones de la población sobre el riesgo de contagio y su visión de las vacunas. Así se pueden adaptar correctamente los mensajes y la forma de comunicarlos.

A pesar de la importancia de este diálogo, en emergencias y debido en parte a las dificultades logísticas, en ocasiones hay que tomar decisiones difíciles. En algunos casos el consentimiento informado puede limitarse al verbal. Incluso, en casos extraordinarios de graves emergencias de salud pública, las autoridades podrían determinar que la vacunación sea obligatoria. Ambas cosas pueden generar importantes dilemas éticos.

En el tercer paso se estudian otras consideraciones y posibles dilemas

El tercer y último paso para la toma de decisiones sobre vacunación en emergencias humanitarias se basa en el análisis de consideraciones éticas y políticas. Hay que evaluar aspectos de seguridad, otras necesidades concurrentes a considerar y factores contextuales que pueden suponer barreras para la vacunación. 

Desde un punto de vista ético, a menudo no resulta fácil decidir que la campaña de vacunación deje sin proteger a ciertos grupos de menos riesgo. Después de todo, tienen los mismos derechos. Tampoco es fácil equilibrar la importancia de la participación comunitaria en toma de decisiones con la necesidad de una actuación rápida. Además, la inseguridad de la población y del personal de salud en zonas de conflicto es siempre un aspecto a considerar y gestionar. 

Finalmente, no podemos olvidar el continuo dilema humanitario de tener que priorizar unas intervenciones o poblaciones sobre otras. El motivo es claro: nunca hay recursos suficientes para todo. En ocasiones, iniciar una campaña de vacunación contra un patógeno puede consumir recursos que se podrían destinar a otros problemas de salud. Igualmente, optar por unas vacunas y no por otras beneficiará a unas personas y perjudicará (o no beneficiará) a otras.

No todas las decisiones de vacunación en emergencias humanitarias se toman según criterios técnicos

Aunque los tres pasos para la toma de decisiones parecen lógicos, la realidad rara vez permite que se sigan por completo. En la mayoría de las crisis se prioriza un número muy reducido de enfermedades en las campañas de vacunación (como el sarampión o la polio). Esto es así a pesar del alto riesgo de papiloma por los altos índices de violencia sexual y de género, o del alto riesgo de rotavirus por las deficientes condiciones de agua, saneamiento e higiene. Incluso cuando un panel de personas expertas ha ofrecido una recomendación coherente, las autoridades a menudo toman decisiones basadas en otros criterios.

Iniciativas globales para el acceso a vacunas

Muchas iniciativas tratan de hacer frente al alto coste de las vacunas

El alto coste de las vacunas es, por supuesto, un importante limitante. Frente a ello han aparecido algunas iniciativas globales, como Gavi (the Vaccine Alliance), el Humanitarian Mechanism, o COVAX

Gavi es una alianza público privada creada con el objetivo de facilitar más de 20 vacunas diferentes a precio asequible a países de rentas bajas y medias. El Humanitarian Mechanism, sin embargo, es una colaboración entre MSF, Save the Children, UNICEF y la OMS. Esta alianza de actores humanitarios trata de negociar con las grandes farmacéuticas precios reducidos de vacunas como la del neumococo. Sin descuentos, su uso por organizaciones humanitarias en emergencias puede ser imposible. Finalmente, COVAX fue una iniciativa desarrollada entre 2020 y 2023 para la respuesta a la pandemia de COVID-19. Trató de facilitar el acceso a vacunas contra esta enfermedad para países de rentas medias y bajas.

Existe una reserva mundial de vacunas para su uso en epidemias

En ocasiones, el desafío de la falta de acceso a un número suficiente de vacunas en un país se produce, no para la prevención, sino para el control de epidemias. Esto se debe a que en muchos contextos frágiles no hay vacuas suficientes para el control de grandes brotes infecciosos.

Por esta razón, en 1997 la OMS, UNICEF, IFRC y MSF fundaron el International Coordination Group on Vaccine Provision. Desde entonces, este organismo ha ido mejorando su gobernanza y rendición de cuentas. También ha logrado consolidar su financiación con el apoyo de Gavi (The Vaccine Alliance). Este mecanismo hoy mantiene un stock mundial de emergencia de vacunas de meningitis, fiebre amarilla, cólera y ébola. Esta reserva se puede distribuir de forma inmediata en caso de epidemias de gran importancia. Hasta la fecha, ha distribuido más de 250 millones de dosis

Grupo de coordinación internacional para el suministro de vacunas

Este grupo, sin embargo, depende a su vez de la colaboración con empresas farmacéuticas para la fabricación de las vacunas. Depende también de UNICEF para la distribución de las dosis. 

Además, colabora con los gobiernos nacionales (y sus partners) en las intervenciones de vacunación. Esto incluye la detección y confirmación de los brotes, el envío de solicitudes y la gestión de las vacunas recibidas. Esto último comienza con los procedimientos aduaneros para su entrada en el país. Continúa con el mantenimiento de su cadena de frío durante el almacenamiento y transporte nacional, y finaliza con el desarrollo de las campañas de vacunación.

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